domingo, 19 de mayo de 2013


PADRENDA SALDA SU CUENTA CON EL CIEGO PADÍN

Eugenio Padín, conocido en su tiempo como el “Cego de Padrenda” recibió por fin su homenaje por parte del concello y la Diputación, un tributo que coloca a este icono de la música popular, ahora ya de forma consciente, en la memoria colectiva de los meañeses. El acto se celebró este pasado viernes, Día das Letras Galegas, jornada que coincidía precisamente con la del 74 aniversario de su muerte. Padrenda pone así una pica en el mapa gallego de la cultura merced este ciego, mítico cantor de coplas, que llevó el nombre de su localidad como emblema allí a donde iba.

Momento de homenaje el ciego Padín en los exteriores de la casa de cultura de Padrenda

    El homenaje conllevó el descubrimiento de un medio relieve del ciego creado por el escultor Lucas Míguez y que permanece adosado ya a la fachada de la casa de cultura. En él se ve al ciego Padín tocando su zanfoña acompañado por uno de sus nietos a la pandereta, una imagen ésta legada por el objetivo de la cámara del fotógrafo Francisco Zagala en 1885. El acto congregó a un centenar de vecinos y contó con la presencia de la alcaldesa Lourdes Ucha, el presidente de la Diputación Rafael Louzán, el delegado territorial de la Xunta Cores Tourís y varios miembros de la familia, hoy descendientes del ciego Padín, entre los que se encontraba su nieta Mercedes más un tataranieto que puso la nota musical al momento interpretando al órgano el himno gallego y el “Negra Sombra” del poema de Rosalía.
   Tras una breve semblanza que Lourdes Ucha hizo sobre el ciego se procedió al descubrimiento del relieve que estuvo seguido de la presentación de un libro -que se distribuyó entre los presentes- editado por la Diputación a partir de un trabajo de investigación sobre el personaje realizado por el joven meañés Manuel Paz Castro. Tras ello el presidente provincial Rafael Louzán resaltó el “el ejemplo de afán de superación de ciego Padín”, el hecho de que aquel  homenaje al ciego partiera en su día de una propuesta del cura párroco de Padrenda, Ramón Fernández, y el empeño que durante años puso en llevarlo a cabo el fallecido alcalde Jorge Domínguez.

El ciego de Padrenda con su zanfoña
   El personaje
  Eugenio Romualdo Padín García nació en Padrenda en 1853. La viruela lo dejó ciego con 18 años, pero ello no fue óbice para que su novia, Ramona, con la que mantenía una relación formal, contrajera nupcias con él años después. Del matrimonio nacieron tres hijos, Ramón, Adolfo y María. Hoy viven tres de sus nietos, si bien sólo uno, Mercedes, mantiene la mente lúcida para atisbar algunos recuerdos del que fuera su abuelo.
  El ciego Padín se atrevió pronto con la copla y el romance hasta convertir su afición en un estilo de vida. Sus hijos primero, luego un criado y más tarde un nieto, se convirtieron en sus lazarillos en cada viaje por cuanta fiesta había y donde hacía gala de su sátira, música y voz. En las Cabezas en Armenteira, en la Pastoriza en Vilanova, en Santa Cruz en Castrelo, en las Angustias de Xil, en San Adrián de Vilariño... no había fiesta, fonda o taberna que se preciara en O Salnés por donde no pasara el ciego con sus coplas. No obstante, su mejor clientela estaba en Vigo y en el hotel de A Toxa, en donde amenizó los baños en verano durante más de 60 años y donde los turistas gozaban con sus valses, polkas y coplas, tocados, “barbalolados” o cantados, y no sólo en gallego o castellano, sino hasta en francés, idioma éste en que, por cierto, el ciego cobraba más por cantar.
   Su figura fue retratada con maestría en su tiempo a través de la pluma de Cabanillas, Filgueira Valverde o Blanco Torres -quien dijo de él “era respetado polos vellos e animado polas mozas”-, así como por el pincel de artistas como Castelao, Osés o Suárez Couto.

El ciego actuando en la Fonda de Calixto en Cambados en un cuadro de Castelao



     El último juglar
   “Los ciegos eran en su tiempo los herederos de aquella tradcións jugalresca. Con sus coplas venían a ser la viva voz de lo que hoy es la sección de sucesos de un periódico”. Quien así habla es el maestro lucense Baldomero Iglesias Dobarrio, miembro en su día de Fuxan os Ventos y fundador del grupo de música tradicional A Quenlla, y que es hoy unos de los grandes conocedores de los cantares de ciegos. “Los sucesos -continúa-, y en particular los crímenes, eran la temática más recurrente de sus coplas, y el caso del cego de Padrenda no era una excepción. También estaban presentes los amoríos, la temática heroica y la pícara, incluso alguna sátira política, con metáforas para eludir la censura y dependiendo del público presente”.
   En su investigación sobre el “cego de Padrenda” Baldomero Iglesias ha logrado recopilar algunos de los temas que interpretaba Eugenio Padín “entre ellos una marcha real con la que abría repertorio y la pieza Non me mates, que era un parrafeo de temática amorosa entre mozos y mozas”. “Otras -continúa-, como el Xan Pirulé que popularizó Padín, estaban extendidas entre los ciegos, mismo en Lugo la misma pieza era conocida como As tres comadres, si bien es cierto que luego cada uno, como hizo el de Padrenda, adaptaba la letra a su zona alumbrando una versión nueva”. Pero el arte del ciego no sólo era el canto sino también el humor “y así -concluye Iglesias Dobarrio- era habitual que contaran chistes o realizaran comentarios jocosos para captar la atención del público”.

El ciego con su lazarillo en la mítica foto de Zagala
Famoso y austero
Tal fue su fama que el ciego Padín pronto se codeó con gente de alcurnia entre ellos el propio marqués de Riestra, uno de los personajes más influyentes de la Galcia su tiempo. “También era llamado a cantar a casa de señores como los Zárate -rememora hoy su vecino Ramón Piñeiro, conocido como Moncho “O Ferreiro”-, y mismo la señorita María de Zárate fue madrina de bautismo de la hija del ciego”. “Recuerdo que a la isla de A Toxa -continúa- acudía cada verano de vacaciones al hotel un célebre tenor de la época, Mercadillo, quien disfrutaba mucho cantando allí con el ciego”. Refiere además como en otra ocasión los turistas adinerados del Gran Hotel da Toxa financiaron las guirnaldas del alumbrado que se dispuso en Padrenda cuando la fiesta del Sacramento de la hija del ciego. Y es que la fama de Padín llegó a ser tal que allí donde actuaba acudía la gente en gran número “porque entonces -recuerda Moncho- ir a ver al ciego era como hoy ir a ver a Los Satélites o la Sintonía”.
   Esa fama contrastaba, no obstante, con la austeridad de su vivienda. En ella solían parar los afiladores que, amén de afilar cuchillos y tijeras, arreglaban paraguas y platos a los vecinos en la casa del ciego Padín.. Aque era una casa humilde del barrio de Baiuca en la que había dispuesto para él mismo una pequeña habitación en el exterior que daba al porche cubierto por una parra de viña. “Yo, que entonces era un niño -recuerda Moncho- lo veía andar a menudo el aquel porche; cada vez que tropezaba con los postes de la viña acudía el nieto para guiarlo o sentarlo”.
   El ciego Padín falleció el 17 de mayo de 1939 a la edad de 86 años. Sus vecinos afirman que tocó su acordeón por fiestas y fondas hasta poco antes de morir. Hoy Padrenda conserva apenas su recuerdo a través de la voz puñado de ancianos, algunos de los cuales sirvieron de testimonio para este reportaje. La vieja casa, heredada por hijos y nietos acabó en manos ajenas, vendida y derribada. Dentro se constata que había una pequeña acuarela que el propio Castelao, con el que había trabado amistad, le había regalado al ciego y en la que se le veía sentado, tocando el acordeón, en su pose habitual de cabalgar una pierna sobre otra, cuadro de que nada se supo tras la muerte traumática del Albino, nieto y propietario de la vivienda, víctima de un atropello en Castrelo. También fueron dilapidadas muchas de las que las fincas que adquirió a costa del dinero que ganaba en sus actuaciones, y lo mismo ocurrió con el viejo acordeón al que se le perdió la pista tras habérselo requerido un hijo con el pretexto de repararlo.

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Mercedes Padín González
  Nieta del “Cego de Padrenda”

Mercedes Padín González es nieta del “Cego de Padrenda”, y  la única persona viva de la familia directa en condiciones de aportar testimonio sobre el que hoy es considerado como el último juglar de O Salnés. A sus 80 años Regina, que actualmente vive en Salcedo, evoca aquí el puñado de recuerdos que conserva ligados a su abuelo, el ciego Eugenio Padín.

“RECUERDO QUE SIENDO NIÑA NOS VISITABA Y ME SENTABA EN SUS RODILLAS”

 
Mercedes Padín en su casa de Salcedo
-       ¿Qué recuerdos conserva vivos de su abuelo?
-   Pocos, porque cuando lo conocí era yo muy pequeña, apenas cinco o seis años y vivíamos de aquella en Campolongo en Pontevedra. Mi recuerdo se limita a algunas visitas que nos hacía, en la que me cogía en brazos y me sentaba en sus rodillas diciéndome que me quería mucho. Luego recuerdo a ir a su casa en Padrenda a comer en algunas fiestas con la familia, pero de aquella el abuelo ya había muerto.
-       ¿Y cómo era aquella casa que hoy ya no existe?
-       Era una vivienda humilde, con un pequeño porche y una parra de viña en la parte delantera. El interior tenía una cocina terreña y una gran sala que hacía las veces también de habitación. En ella recuerdo algunos de sus instrumentos colocados en una especie de baranda: el viejo acordeón, creo que una gaita, un viejo bombo... También recuerdo colgadas muchas pinturas, una de ellas decían que era del mismo Castelao.
-  ¿No conserva ningún recuerdo material de aquella casa?
-       No. Tiempo después cuando se hablaba de que el nieto que había heredado la quería vender hablamos con él para comprar la piedra de la vieja lareira que había en casa y tener un recuerdo, pero no quiso venderla.
-       Y usted ¿cuándo tuvo noción de la importancia del personaje de su abuelo?
-       Fue mucho después. Yo trabajaba como limpiadora en el sanatorio de Santa María en Pontevedra y por aquellos años estuvo ingresada allí por una operación una señora llamada Herminia Fariña, que resultó ser una poetisa de Meaño que al parecer era muy reconocida en aquella época.
-       Tanto que era esa mujer era miembro de la Real Academia Gallega.
-       Sí, pero yo realmente de aquella no sabía de la importancia de aquella mujer. Recuerdo que un día mientras limpiaba la habitación en la que estaba ingresada ella me preguntó de donde era. Cuando le dije que tenía vínculos con Meaño, en concreto en Padrenda porque era nieta del ciego, ella se sorprendió y me dijo que lo había conocido mucho. Fue aquella mujer quien me descubrió su importancia.
-       ¿Recuerda que le dijo?
-       Sí, me dijo: “¿pero tú sabes quién era tu abuelo?  Tú abuelo era muy importante, era toda una eminencia”. A raíz de ello en esos días en que estuvo hospitalizada me cogió mucho afecto por la admiración que sentía hacia el que había sido mi abuelo. Tiempo después me envió una nota manuscrita en la que hablaba de esa admiración y acompañó esa nota de un poema que ella hiciera en honor al ciego y que al parecer se había publicado en muchos sitios.
-       ¿Conserva la nota y el poema?
-       Sí, los tengo aquí mismo.
Mercedes desdobla un viejo papel y nos entrega la nota manuscrita fechada el 17 de noviembre de 1958 junto con el poema original. En la primera se lee: “A la bella señorita Merceditas Padín, nieta del inolvidable y célebre protagonista de este sencillo romance, publicado en varias revistas españolas y extranjeras como tributo de sincera admiración”. Y a su lado el poema que evoca el entierro del ciego y que acaba con estos versos: “¡Cómo solloza el paisaje /dándote la despedida! / Ciego de Padrendra, ¡adiós! / ¡Que tengas luz allá arriba!”

Familiares del ciego de Padrenda con Lourdes Ucha y Lucas Míguez en el centrro