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Said Kalaahi |
Said
Kalaahi es el cambadés, hoy jubilado, cuya cara es conocida por ser el médico
que cada jornada se sienta en el banquillo de Xuven, equipo con el colabora
desde hace un lustro, dada su vinculación familiar en el presidente Toño Lema.
Pocos saben, no obstante, de su origen sirio y que su localidad natal, donde
pasó su infancia y buena parte de su juventud, fue Alepo, la urbe más populosa
de Siria, reducida hoy prácticamente a escombros por los yihadistas del Estado
Islámico en el marco de la guerra civil que desde 2012 azota el país. De
hecho, en Alepo conserva aún dos hermanos con los que mantiene contacto asiduo.
Hoy reconoce sentir “rabia e indignación por ver una ciudad tan maravillosa
reducida a ruinas por el fanatismo”.
EL MÉDICO QUE VINO DE ALEPO
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Said Kalaahi en Cambados, visto por objetivo de ca cámara de Iñaki Abella |
“Nací
y crecí en Alepo hasta los 23 años -recuerda Said Kalaahi-. Era una ciudad
maravillosa, cuya economía se basaba en el comercio, porque está en pleno
centro de la ruta de la seda, y en la que la producción industrial se centraba
en el algodón. Recuerdo de manera especial su casco histórico, su antiguo
castillo y su zoco con vida inusitada, plagado de pequeñísimas tiendas entre
las que bullía la gente”. Quien así habla en Said Kalaaji, el médico cambadés
que nació en Alepo hace 73 años y que se afincó en España cuando se vino
estudiar con 23.
“Yo
había acabado el bachillerato en Siria -recuerda- y, tras hacer un verano el
campamento militar al que estábamos obligados, me vine a España con lo puesto,
una maleta y poco más. Lo que quería era a estudiar fuera, y envié propuestas a
varios países, hasta que fue España quien me contestó”. “Llegué -añade-
pensando en estudiar el idioma y hacerme ingeniero. Estuve un tiempo en Madrid,
luego Zaragoza, pero no acababa de sentar la cabeza, y finalmente me animé a
venir a Santiago donde acabé por cursar la carrera de Medicina”.
Said
era el mayor de siete hermanos, hijos de una familia que vivía con cierta
holgura económica merced al almacén de productos agrarios que regentaba su
padre. “En aquellos primeros años estudiando en España -rememora- fueron mis
padres quienes me propiciaron sustento porque era un momento en que la lira
siria estaba fuerte, y con poco dinero que me enviaran, aquí me cundía”. Cuando
completó su carrera de Medicina se vino para trabajar en Cambados de manos de
un amigo que acababa de abrir en la villa del albariño un centro médico.
“Santiago era bonito -reconoce-, pero Cambados me cautivó para siempre, entre
otras cosas porque tiene mar, aquí me asenté, hice vida, me casé… y aquí sigo”.
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Nuestro protagonista en una imagen de su regreso a Alepo. Archivo familiar |
Regreso a Alepo
Durante
años no pudo regresar a Siria “porque yo no había realizado el servicio militar
en el país y era, como quien dice, un prófugo”. Lo hizo a inicios de este
siglo, pasado el tiempo prudencial para el olvido, y con el objeto de visitar a
su familia en Alepo. “Cuando me vine para España a mediados de los años 60
-recuerda- había dejado una ciudad con una gente de carácter más cerrado al
turista extranjero, pero más tolerante en su interior, en la que los judíos se
habían ido por la presión popular, pero donde musulmanes, armenios y
cristianos, tanto ortodoxos como católicos, convivían con naturalidad”. Pero en
su regreso a Siria se había encontrado una urbe diferente: “Alepo -recoconoce- se había
convertido en una ciudad que había crecido mucho, demasiado, era ya la más
populosa de Siria, con dos millones e personas, superando a Damasco, una ciudad
en la que había mucho dinero, con enormes avenidas provistas de tres y cuatro
carriles, y casas magníficas con fachadas de mármol rojo”. Pero pronto percibió
que el crecimiento tenía su parte gris: “se multiplicaran las mezquitas por
doquier -afirma-, y había crecido el radicalismo religioso, las mujeres se
tapaban el pelo con el velo, incluso a una cuñada que no conocía, no pude verla
físicamente y tuve que limitarme a hablar con ella a través de una cortina”.
“Me llamaba la atención -recuerda- porque yo crecí en Alepo en el seno de una
familia musulmana con una madre de origen turco, pero que, como la sociedad de
entonces, era muy tolerante, y en la que la religión era algo secundario. En
cambio, cuando regresé fui consciente de la presión social que existía en el
ámbito religioso, la televisión, la gente, todo tendía al adoctrinamiento”.
Dos hermanos en Alepo
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Junto con su esposa a su viista a Alepo. Archivo familiar |
Mientras,
con emoción contenida, nos muestra en su teléfono las fotografías que le
remiten los suyos hoy desde Alepo, en las que se comparan las imágenes de las
calles, el castillo -uno de los símbolos de la Unesco- que daba entrada al casco
antiguo, declarado en 2006 Patrimonio de la Humanidad, o el zoco, antes y
después de la destrucción. Con el dedo sobre la pantalla de su móvil pasando
las fotografías Said evoca la que fuera su ciudad: “Los yihadistas del Estado
Islámico se han propuesto destruir todo lo antiguo, y el bello casco histórico
de Alepo ha sido el primer objetivo de esta locura… No puedo más que sentir una
rabia inmensa al ver las imágenes de tanta destrucción de unas calles que yo
mucho pisé un día”.
Nuestro
protagonista mantiene todavía a dos hermanos en la ciudad. “Los otros se
fueron, el último, el más joven, Sajer Kalaaji, a Noruega en calidad de
refugiado, y otro a Turquía porque, por edad, aún podía ser movilizado a causa
de la guerra” explica. Con los dos que se han quedado en Alepo y con sus
sobrinos habla menudo por teléfono “pero son conversaciones breves -explica-,
para saber cómo están, en las que me cuentan lo justo y poco más, sobre todo
por temor a que las comunicaciones puedan estar interceptadas”. “Y es que en
Siria -agrega- hablar de economía y de todo lo demás, bien, pero hablar de
política siempre fue muy peligroso, corrías el riesgo de desaparecer al día
siguiente, y ese miedo sigue latente, si cabe más aún hoy”.
“En
Alepo lo están pasando mal -refiere Said Kalaaji-, mismo a mi hermano Mudar un
obús le ha destruido toda la fachada de su casa que ahora tiene cubierta con
plásticos. A día de hoy, con la recuperación de la ciudad por parte de la
tropas gubernamentales de Bashar Al-Asad hace unos días, me dicen que están más
tranquilos, y que las bombas que están detonando son las dejadas por el Estado
Islámico y que el ejército gubernamental está explosionando de forma controlada”.
Reconoce
que algunos de sus hermanos le habló de la posibilidad de venirse como refugiado
a España: “pero les cuesta, tienen allí toda su vida y yo, por mi parte,
también les soy realista y les digo que aquí la situación no está nada fácil,
porque poder salir adelante y encontrar trabajo es tarea ardua con la crisis”.
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Alepo, antes y después de la destrucción |
Pesimismo
Nuestro
protagonista se muestra pesimista sobre la salida al conflicto que Siria vive
desde 2012. “Aunque la guerra se termine -opina- persistirán las guerrillas,
como lo han hecho en Iraq y otros países árabes, el conflicto se enquistará y
la población civil seguirá padeciendo las consecuencias de la violencia”. Según
este médico afincado en Cambados el conflicto está alentado por un trasfondo
internacional. “Los países de la zona -explica- siempre estuvieron bajo el
control de los Estados Unidos, excepto Siria cuya alianza natural ha venido
siendo la Unión Soviética, ahora Rusia, que desde siempre ha tenido bases
militares en el país. Y fueron precisamente estados como Arabia Saudita o Irán,
muy vinculados a los norteamericanos, quienes financiaron la construcción
masiva de mezquitas, en lo que era una lucha encubierta por hacerse con el
control de país”. Y otro condicionante internacional azuza, según él, el
conflicto: “la presencia, cada vez más frecuente de yihadistas llegados de
occidente, gente forjada aquí y que están yendo a Siria para luchar por la
causa del islamismo radical, y que se suman a los que, escapados de Iraq cuando
la guerra y caída de Sadam, trasladaron su actividad precisamente a Siria”.
Sobre
la posibilidad de volver un día al Alepo que lo vio crecer Said Kalaaji
reconoce que “pese a la pena de ver la ciudad destruida no me importaría volver
a visitarla, pero no para quedarme”. “Ya en su día -añade- mis hermanos
quisieron convencerme para que, cuando me jubilara en España, regresara a vivir
en Siria. Pero ni se me pasó por la cabeza, mi vida ha sido y es Galicia, y
este Cambados que me encanta y donde ahora me dedico por afición a echarle una
mano a mi sobrino en el Xuven, es algo que me gusta y con lo que también
disfruto”.