hemoroteca
Ver para crer. En 1997 dabamos cunha historia tan real como emotiva: a dun veciño da comarca saliniese que coas súas propias mans construía un avión na súa casa de Ribadumia. Publicabámola en FARO DE VIGO o 9 de febreiro de 1997. E damos fe que, uns anos despois, surcaba o ceo con ese aeroplano. Vinte anos desta historia é unha boa efemérime para rescatala a traela hoxe ao noso particular Ventanuco.
Fotos: José Luiz Oubiña
José Carlos Martínez trabajando en su avión |
Este joven nació hace
31 años en el concello arousano de Ribadumia, donde sigue residiendo
actualmente en casa de sus padres, Desde las navidades del 94 José Carlos
trabaja en lo que es su gran proyecto: construir con sus propias manos un avión
con el que poder volar, algo que semeja tener visos de fantasía y que parece
trasladarnos hasta los mismos límites de la realidad.
José Carlos es una
persona discreta que procura eludir los protagonismos. Lo pudimos descubrir en su propia casa, una
vivienda que, según reza en la piedra de su fachada, “hízola Blas de Pazos año
de 1714”. Nos recibe con cierta tiimidez, pero empieza a soltarse cuando nos
introduce en su taller y empezamos a departir sobre lo que es su particular
mundo, el de la aviación. La pasión por
volar le surge a nuestro protagonista con apenas 18 años, siendo un estudiante
de COU en el instituto de Cambados. “Foi daquela cando caíu nas miñas mans un
libro desos de iniciación ó aeromodelismo -recuerda- ; empecei a curiosear nel
y rematei construindo as miñas primeiras maquetas, como tanta xente”.
Quería ser piloto
José Carlos Martínez muestra una maqueta de su Jodel D-92 |
Mas su propósito no
quedó ahí. No pudiendo acceder a la Academia del Aire optó por aprender a volar
en ultraligeros y con 20 años hace sus primeros pinitos en el desaparecido
aeródromo de A Lanzada, logrando conseguir su carnet para esta modalidad. Fue
precisamente en esos años cuando comenzó a soñar con la posibilidad de construir
este avión.
“A idea de face-lo
meu propio avión na casa é algo que non xurde de repente, senón que aparece
pouco a pouco, cando ves a alguén cun aparato que voa alá arriba e logo ao
baixar resulta que che conta que o fixo el mesmo” “Tamén coñecía desos casos en
revistas e libros especializados. Lembro que cando lía que fulanito de tal
fixera un avión el mesmo, que lle levara cinco anos, 4.000 horas de traballo e
non sei que máis, eu quedaba alucinado. E logo vías que non era un profesional
senon que era un simple aficionado. Eu non mo acababa de crer”.
Admite que no los
comprara con la intención de construir el aparato, “eu mercáraos para acabarme
de crer o que era aquelo, se se podía ou non facer na casa como tiña lido.
Ademais daquela non tiña posibilidades reais para construilo. Non se me pasaba nin pola testa”. Pero con el tiempo comienza a estudiarlos en profundidad y
en el verano del 93, sin tener nada todavía decidido, visita Francia “porque
este país é un mundo aparte no tema da aviación”. Allí acude a una reunión
donde constructores aficionados de toda Europa mostraban los modelos creados
por ellos mismos. “Non me bastaba con lelo nas revistas e nos libros, tiña que
ver cos meus ollos a un desos tíos, con dúas mans e dous pes, baixar dun avión
feito por él para acabar de crerme que aquelo era posible”.
En el verano de 1994
nuestro protagonista vuelve a Francia
“xa co bichiño no corpo” y entra en contacto con una asociación a nivel
europeo de constructores aficionados, la “Reseau de l´Sport de
l´Aire” (R.S.A.), una entidad que ofrece cursos orientación y
asesoramiento a constructores aficionados. José Carlos empieza a creerse
entonces que su sueño era posible.
Un hangar en casa
Un hangar en casa
Con el ala traseta del avión en el hangar de su casa |
Con los papeles ya en
regla José Carlos trabaja de lleno en lo que se ha convertido en una verdadera
pasión. Su Jodel D-92 es un avión monoplaza, todo él fabricado en madera, con 7
metros de envergadura -la distancia entre ambos extremos del ala-, 5,50 metros
de longitud, un peso de 170-190 kilos, y que alcanzará una velocidad de crucero
de 130 kms hora y una máxima de 160. Dispondrá de dos depósitos de combustible,
de 25 y 35 litros, que le servirán para recorrer 800 kms más 1 hora de reserva.
Nuestro protagonista quedara impresionado por un avión como éste en una de sus
visitas a Francia, “cando vin a un mozo
de 30 anos pilotando un modelo igual, feito facía 36 anos, e permitíase incluso
realizar acrobacias con él”. Cuando su avión salga a la pista hará el número
778 de este modelo en todo el mundo.
A la familia le
sorprendió la decisión “pero xa sabían da miña afición. En realidade, calquera
que me coñecera un pouco podería pensar que tiña que rematar así. Non creo que
os meus pais sintan inquietude porque eu voe, é algo que xa veño facendo
dende fai anos e están acostumados”. Sobre
lo que le dicen sus amigos admite que procura evitar el tema “porque para min e
unha cousa bastante íntima”. De hecho nos confiesa que sus compañeros de
trabajo en el Hospital Provincial, donde ejerce de administrativo, no saben
nada del proyecto que se trae entre manos. “Cando lle contas a alguén que estás construindo
un avión na casa hai miradas raras, como se non o acabaran de crer ou
preguntándose se estarei ben da testa”.
Motor de "Escarabajo"
Un Jodel D-92 como el construido por nuestro protagonista |
A estas alturas José
Carlos tiene fabricadas ya todas las piezas del ala y de la parte trasera.
Empleó en ello maderas pino de Oregón, y en las partes duras haya y
contrachapado de abedul de Finlandia. Algunas las consiguió, después de mucho
buscar, en talleres de la provincia, pero otras muy específicas tuvo que adquirilas en Madrid o en Francia. En este momento está pendiente de una
segunda inspección para cerrar los volúmenes y ponerse a trabajar el fuselaje.
El motor será de la casa alemana Volkswagen adaptado de uno de sus vehículos
modelo “escarabajo”. El color de que
pintará el avión no lo tiene todavía decidido, “quizáis llo darei a alguén
que teña bo gusto para iso” admite.
Sea como fuere José
Carlos, aunque no quiera admitirlo, se está gastando un pastón. “Costa o que
unha boa moto” nos dice, pero nunca se preocupó de tratar de conseguir algún
tipo de subvención “aínda que sei que hai compañeiros por ahí que se moven neso
como peixe na auga, pero eu non me desenvolvo ben nese terreo”. Mientras tanto
trabaja de lleno en su particular angar esperando poder volar en el verano del
98 “quizáis en Lugo ou ben preto de Valença en Portugal, onde están os
aeródromos máis cercanos”. Además procura estar preparado para la gran ocasión
y está ya quitando su carnet de piloto privado en el aeródromo de Lugo.
José Carlos Martínez
quiere surcar el cielo con un avión construido íntegramente con sus manos.
Nosotros, que lo hemos visto, que observamos las piezas que con tanta meticulosidad
fabrica, que hemos conocido de su paciencia y pasión, estamos seguros de que lo
conseguirá. Al más puro estilo de los hermanos Wright. Ver para creer.
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