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Benito Orge Soler
Profesor durante 30 años en Dena
Profesor durante 30 años en Dena
El
CEIP de Coirón -otrora Colegio Nacional- cumple en este 2018 sus bodas de oro.
Son cincuenta años de vida formando a generaciones de meañeses desde que en el
curso 1968-69 abriera por primera vez sus aulas para albergar a alumnos de las
siete localidades del municipio, y que empezaban entonces a ser escolarizados.
Fue el único centro escolar del municipio hasta que la saturación obligó a
construir un segundo en 1982, este en Meaño (CEIP As Covas), que permitió
desdoblar a los escolares en esos dos centros. Natural de Lores (Meaño) Benito
Orge ejerció durante tres décadas como profesor en el centro, siendo además su
director durante once años (1982-84 y 1986-95). A sus 73 años hace hoy balance de
sus recuerdos sobre la época.
“EL COLEGIO DE COIRÓN PROTAGONIZÓ UNA DE LA HUELGA MUY DURA CONTRA EL CONCELLO”
Benito Orge en su casa de Xil. Foto Iñaqui Abella |
Bueno,
en su origen, y estando en el franquismo el nombre oficial era Colegio Nacional
José Antonio Primo de Rivera, ahí es nada. Las obras se iniciaran en 1966 y el
colegio abrió sus puertas en el curso 1968-69. Contaba con un total de 16
aulas, divididas en dos pabellones y un bloque central con salón de actos, sala
de profesores… y comedor, algo inusual entonces. Un comedor que al principio
era gratuito y, más tarde, semi-gratuito, con una tasa simbólica que los padres
pagaban al mes. El diseño del colegio estaba cortado por el mismo patrón que
otros de la zona: Castrelo, Magariños… Las clases estaban separadas por sexos,
aulas de niñas y aulas de niños. Así era la educación en la España de entonces.
¿Se disputaron la ubicación de aquel
primer colegio Dena y Meaño?
Sí,
había dos posiciones socialmente encontradas: los que defendían que debía
construirse en Meaño, que era cabecera del municipio; y los que abogaban por
Dena, la localidad más grande. Los primeros además criticaban que los terrenos
que se iban a comprar en Dena para albergar el centro no eran adecuadas, porque
eran un barrizal. Pero al final creo que pesó lo suyo la opinión de gentes
próximas al régimen, como José Lis o Lourdes Reboiras, y el colegio se
construyó en Dena.
Otra imagen de Benito Orge en la actualidad. Foto: I.Abella |
Al
principio no. A finales de los años 60 estaba todavía vigente la ley Moyano,
que hablaba de una teórica obligatoriedad de la escuela, pero que en la
práctica no se cumplía, ni las autoridades velaban para ello. Muchos niños no
estaban escolarizados, y otros iban al colegio cuando podían, si les dejaban
los padres en casa, porque lo primero era ayudar a la familia a trabajar en el
campo o con el ganado. Luego con la ley Villar Palasí, en 1970, los centros
escolares se empezaron a llenar. Cuando yo llegué, el colegio de Dena tenía
unos 400-450 alumnos, pero luego a inicios de los 80, cuando fuí director, el
colegio llegó a tener ¡900 alumnos!
Eso era ya hacinamiento, ¿no?
Totalmente.
En aquellos años hubo que recurrir a improvisar aulas en todos sitios: se
dividió en salón de actos para ganar dos, se hicieron tres más en un pabellón
de deportes en condiciones ínfimas… Por eso una de mis prioridades en mi
primera etapa como director fue la de tratar que se consiguiera la construcción
de un segundo colegio, y ese fue el de As Covas-Meaño, que se inauguró en junio
de 1982, y que supuso la solución definitiva a esa aglomeración que veníamos
padeciendo.
En aquellos años 70, con los últimos
coletazos del franquismo y la llegada de la transición ¿se percibía también las
dos Españas entre las generaciones diferentes de profesorado?
Sí,
claro. Había una generación de profesores ya entrada en años, que se criara en
plena guerra y posguerra, y que era más afín al régimen, y otros más jóvenes
que llegábamos con ideas más progresistas. Pero a inicios de los 70, aún en el
franquismo, quien más y quien menos nos medíamos mucho en nuestras opiniones,
excepto algún compañero que, recuerdo, se atrevía y se enfrentaba abiertamente.
Luego con la llegada de la democracia se produjo una apertura muy grande,
apertura que la misma ley impulsaba. Pero, en general, entre todo el
profesorado del colegio primaba más las preocupaciones escolares que las
políticas.
Benito Orge en 1983 en su primera etapa de director Foto: archivo familiar |
Con
muchísima preocupación, porque había gente que ya venía diciendo que “esto
puedo girar”, en relación a una posible marcha atrás en el sistema político. En
la noche del 23-F pensábamos que la democracia se iba al traste, tanto que
recuerdo que el entonces director del
colegio, Antonio Espinosa, huyó aquella noche para A Coruña, dado que él era
también delegado de la UGT y temía por su integridad si el golpe triunfara. Un
Espinosa que luego, cuando el PSOE ganó las elecciones, se lo llevaron para
Madrid como Director General de Personal.
¿Y con la llegada de la autonomía?
Eso
sí fue conflictivo. Con la aprobación del estatuto, la obligatoriedad de
impartir el gallego, y que esa lengua se hablara en centro, eso sí dividió
mucho a la gente, porque había profesores partidarios de que el gallego se
extendiera incluso al ámbito administrativo del colegio, pero otros estaban muy
en contra. Yo mismo fui de los primeros en el centro que empezó a redactar
documentos de la dirección en lengua gallega dirigidos padres y organismos.
¿Se podría decir que el de Coirón fue un
centro tranquilo a lo largo de estos 50 años?
Por
lo general sí, excepto en los años 1989-90 en que se convirtió en uno de los
más conflictivos de la zona. Fue debido a una serie de carencias que acusaba el
colegio por desatención del concello: apenas se dedicaba tiempo a la limpieza,
faltaba agua en ocasiones, el alumnado estaba hacinado... Fue en esas
circunstancias que la conflictividad escolar se trasladó al ámbito social, y
las familias protagonizaron una huelga de quince días sin llevar a sus hijos a
clase, huelga que contaba con la aquiescencia del profesorado que compartía
esas reivindicaciones. Las familias se dividieron mucho: unos estaban con la
comunidad escolar y otras, según el color político, con el alcalde, que
entonces era Germán Rodiño, y que no se había implicado nunca con el colegio.
Pero esa huelga, que fue muy dura y con un enfrentamiento directo, al final dio
sus frutos: en la noche de un 14 de febrero se firmó el acuerdo entre el
delegado de educación, el inspector y el alcalde, por el cual el concello se
comprometía en lo sucesivo a solucionar aquellos problemas.
31 de enero de 1992. Sentado en el centro, con el claustro del IES de Meaño en el primer años en que compartieron colegio con el CEIP de Coirón. Foto: archivo familiar |
Las
casas cumplieron su función cuando los salarios de los profesores eran muy
bajos. Yo mismo viví en una de ellas durante unos años. Contribuían además a
crear un clima de camaradería y vecindad entre los profesores que era muy bueno
para la dinámica de grupo. Cierto que entiendo que hoy no tienen apenas función,
y desde aquella nunca se les supo buscar una utilidad.
A lo largo de su dilatada experiencia
como docente y director ¿Qué opinión le merecen las continuas leyes de
educación que se han venido y se siguen todavía sucediendo?
Eso
ha sido, y es, uno de los grandes problemas de la educación en España: leyes
que se pisan unas a otras, en función del color político, casi una cada cinco
años, sin dar tiempo, siquiera a que se desarrolle la anterior. Y leyes que
además surgen de políticos, sin tener en cuenta a los docentes, que son los que
más saben de la realidad educativa. Y ese alejamiento del aula es precisamente
lo que explica que la mayoría de esas leyes fracasen.
Curso 1988-89, de pie a la derecha, con el claustro de profesores del colegio de Dena en Casa Portuguesa. Foto: archivo familiar |
La
Ley General de Educación, también llamada Ley Villar Palasí, fue importante por
su duración y la aplicación real de la obligatoriedad de la enseñanza, pero
para mí una ley muy importante, aunque denostada por muchos, fue la LOGSE en
1990, la cual establecía la ampliación de la educación obligatoria hasta los 16
años, cubriendo así un vacío legal importante que existía: con la ley anterior
un niño acababa la escolaridad con 14 años, pero si no quería seguir estudiando
y pretendía trabajar, la ley le impedía acceder al mercado laboral hasta los
16, con lo cual se quedaba dos años en blanco. Además la LOGSE bajó la ratio de
40 a 25 alumnos por aula, lo que aportó calidad a la enseñanza.
En su labor de docente de Ciencias
Sociales usted dio a conocer con sus alumnos los petroglifos de A Sobreira y
probó la existencia de un castro en San Cibrán. ¿Siente que Meaño se pierde una
ocasión en no poner en valor su patrimonio ignorando estos yacimientos?
Totalmente.
Los yacimientos y, por extensión, la Historia, son un atractivo para generar
cultura y riqueza. Tengo compañeros que recuerdan como A Garda, hace 40 años,
era apenas un pequeño pueblo de pescadores, no más. Pero desde que se descubrió
y se puso en valor el yacimiento del castro de Santa Tegra la cantidad de
turismo que esto atrajo fue enorme y A Garda, en la década siguiente, creció de
forma impresionante. Y buena parte de
ese crecimiento se debió al castro de Santa Tegra, que puso A Garda en el mapa.
En Meaño también tenemos esa riqueza, pero no la ponemos en valor, y así
tampoco generamos riqueza, una lástima.
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