sábado, 27 de octubre de 2018

*** Opinión
Achique versus envite

O enganche do polígono industrial de Nantes a EDAR de Dena, anunciado e, na práctica consumado, está poñendo en evidencia a falta de capacidade dos alcaldes de Sanxenxo e Meaño para o diálogo. Sobre a mesa, unha decisión que aparca o risco dun impacto ambiental máis sobre medio natural. Dous concellos xogando á curta sen medir consecuencias globais, dous rexidores sen vocación de servicio público ao colectivo social.

Tres puntos delicados no traxecto: conectar un colector de 500, do polígono, a outro de 315 de diámetro, que é o de Meaño (incongruencia matemática), e que discorre por un tramo chá, que ata o de agora fixo rebosar o colector en inverno vertendo as residuais ao río polos aliviadeiros. Outro, a capacidade do bombeo de Os Pasales para afrontar o incremento de caudal do polígono de Nantes. E o terceiro, o dunha EDAR saturada en inverno pola chegada masiva de pluviais á rede de residuais.

Sen atar estos tres cabos, todo queda na política. Telmo Martín, ao estar en ano pre-electoral, priorizou obxectivos económicos de Sanxenxo a toda costa. Tratábase de superar o último escollo, o das residuais, para poñer en marcha o polígono industrial de Nantes. Isto supuxo, primeiro, declarar a nulidade do convenio Sanxenxo-Meaño, -suscrito fai dous anos  e polo que pagaron a frioleira 8.000 euros ao bufete Garrigues por un documento que custaría 300 en calquera outro de menos nome-. E, segundo, facer tornar aquel informe de Augas de Galicia, emitido en febreiro de 2017 como negativo, por outro positivo, fallado por este mesmo organismo en setembro de 2018. Incongruente e sen argumentos de peso para ese cambio de parecer, sen ninguna obra por medio.

Mentras, desde Meaño, achique ante envite, e desterro ao limbo. A alcaldesa Lourdes Ucha careceu de previsión, refrexos e iniciativa en todo este proceso, quedando sempre a expensas de cada movemento de Sanxenxo. Agora, de momento, Meaño permañece sen acertar -ou atreverse- cos pasos políticos e legais a tomar ante a decisión de Sanxenxo. E o primeiro, por parte de ambos alcaldes, a súa nula capacidade para falarse. Cuestión de política ou de egos?

domingo, 21 de octubre de 2018


La localidad de Meaño alberga en la parte alta del barrio de Trubisquido, en una zona ya inmediata al monte, un conjunto etnográfico completo ligado al agua, que comprende los elementos de fuente, lavadero, pozo de riego y molino. Los cuatro cobraban vida en el pasado con una misma agua en caída que salvaba la ladera de acceso al monte que arranca en ese punto, y que ofrece en en la cima de su terraza un singular mirador ignorado, con bella estampa al anochecer de la localidad meañesa. Los vecinos reclaman poner en valor este singular espacio de apenas 200 m2, olvidado por el tiempo.

EL CICLO ETNOGRÁFICO DEL AGUA EN TRUBISQUIDO

Fuente de Trubisquido
Al punto más alto del pequeño outeiro de Trubisquido se accede por 16 escaleras irregulares en piedra que conducen a una fuente que, desde tiempos pretéritos, es de los manantiales más preciados por los lugareños. Los ancianos apuntan que nace en una zona de roca, de donde mana agua potable y ligera, cuya calidad viene refrendada por las analíticas que el concello repite cada año desde hace dos décadas, que dieron siempre en ella en un resultado de “apta para el consumo”.
Está considerada además el agua que brota a la temperatura más baja de las 52 fuentes existen en el municipio. De ella, recuerdan hoy los ancianos, manaba antes agua mucho más abundante que hoy. Y es que en los últimos años la proliferación de eucaliptos, cada vez más cercanos, está mermando el caudal, tanto que se resiente en ocasiones en el mes septiembre en años de sequía prolongada, hasta el punto de secar temporalmente en esas situaciones extremas.
El murete de contención de la fuente, en el que se han insertado tres tubos de salida de agua, presentaba en un lateral un cuidado bajo relieve de la Falange Española, con su yugo de flechas, relacionado con el Movimiento Nacional franquista en que fue construido.

Lavadero y pozo
Lavadero y pozo de Trubisquido con el paraje al fondo
Acto seguido el agua de esta fuente abastece el lavadero anexo, que tiene justo delante, con orientación oeste, hacia el núcleo poblacional. Se trata de un lavadero en perpiaño, erigido a inicios de los años 70 sobre otro viejo lavadero terreño de existía en lugar, éste más pequeño y con orientación noroeste, y del que se conserva testimonio oral desde los años 20. El actual lavadero, de 25,92 m2, fue construido por el cantero Miguel Fernández, a quien encomendó la obra el concello, presidido entonces por el alcalde Marcelino Torres, personaje éste conocido también por su labor de bodeguero, no en vano fue promotor del albariño y de la propioa D.O. Rías Baixas.
El lavadero dispone de cubierta de uralita dispuesta sobre una estructura metálica, que alberga debajo cinco lavadoiros, y se completa delante con un pilón con capadidad para 4.694 litros, que lo convierten en el séptimo más grande por capacidad de los 36 lavaderos que se extienden a lo largo y ancho de las siete parroquias del municipio meañés.

Panorámica de la parroquia de Meaño desde la colina de Trubisquido
Delante del lavadero de Trubisquido se abre un pozo de riego de grandes dimensiones, que se abastecía del agua de la fuente más el lavadero por el que circulara antes. Con este pozo se regaban las fincas de unas 60 familias, dedicadas al cultivo de maíz, ubicadas en los barrios de Trubisquido, Os Agros y que llegaba hasta las inmediaciones de A Feira. El vecino Olegario Muñiz, recordaba como ya desde generaciones anteriores las familias regulaban la labor: “era un sistema de partillas -explica- donde el reparto de agua se regía por horarios de 24 horas, con lo que se sucedían turnos de día y de noche continuados”. “Este pozo de Trubisquido -recordaba- recibía no sólo el agua de la fuente, sino de otros manantiales que bajaban desde la zona de la Braña do Limoar, cerca ya de Armenteira, agua que no llega abajo ya hoy, a causa del eucalipto que pobló el monte y los secó”. “El agua de Trubisquido agregaba- era entonces -tan abundante, que en tan sólo una noche llenaba el pozo, que en origen era más pequeño que el actual. Luego, cuando rebosaba, caía en una zona situada más abajo de todo, y donde volvía a embalsar para que actuara a modo de un segundo pozo y ganar en capacidad”.
Pero ambas construcciones han dejado de tener función con el paso de los años. La gente ya no laborea en el al lavadero, ni el agua del pozo se emplea para riego “porque desde hace unos 30 ó 40 años -explica Olegario Muñiz-, el cultivo del maíz fue desplazado por el viñedo que se impuso por todos lados”. “La viña -agrega- no pide agua y no se riega, y aquel reglamento de partillas, que se había transmitido de forma oral de generación en generación, se acabó perdiendo para siempre, y yo ya no recuerdo el orden de los turnos”.

El molino
Acceso a la colina de Trubisuquido con el molino en primer plano
El ciclo de agua, que mana de la fuente, abastece el lavadero y llenaba el pozo, se completaba con un viejo molino dispuesto más abajo. Y es que el agua se soltaba en tromba desde el pozo, y se redirigía para abastecer el molino, ubicado en un nivel inferior, situado unos cuatro metros más bajo que en el parte alta del pozo. De aquel antiguo molino hoy se conservan apenas sus vestigios, invadido por la maleza que disimula su presencia a pie mismo del vial de acceso que sube hacia el campo de fútbol de A Toxa. Un viejo molino que viste en verano la enredadera de la campanilla ó yedra morada -por el color de su flor- que atrapa esta construcción ruinosa por doquier.

El viejo molino de Trubisquido
Este viejo molino, que en tiempo pretéritos fue propiedad de la que en su día fuera pudiente familia Calviño, acabó siendo adquirido en los años 40 del siglo XX por el matrimonio Valentín Castro y Dolores Méndez, que fue legado hoy a sus herederos. Aquella construcción, de planta rectangular y caída a una sola agua, dejó de moler en los años 60, cuando por entonces podía procesar tres ferrados de maíz al día (unos 1.800 m2).
Como en tantas otras fuentes, el agua de Trubisquido campa libre tras de hacer un alto en el pilón del lavadero, para perderse luego, metros más abajo, y acabar en la red de aguas residuales. Y es que la inexistencia de red de pluviales en este, como en otros puntos del municipio, lleva el agua fuentes públicas a la EDAR de Os Pasales en Dena, exigiendo un proceso inútil para unas aguas consideradas limpias y potables en origen.