domingo, 20 de octubre de 2019

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Juan Carlos Méndez Afonso
Mecánico de Talleres Ménfer
                                                                
Nacido en Vilalonga y afincado en Dena, nuestro protagonista acaba de cerrar las puertas de su pequeño taller. El suyo ha sido un referente en Dena en los últimos 29 años, el único de su género especializado en ciclomotores, maquinaria agraria y bicicletas. Para él fueron 46 años de profesión, en la que se iniciaba con apenas 14, trabajando en el engrasado, mantenimiento y reparación de la maquinaria industrial en las cerámicas de su Vilalonga natal. Luego llegó el salto a la formación acelerada para abrir su pequeño taller en Dena.

“EL VESPINO MARCÓ A UNA GENERACIÓN DE JÓVENES”

Juan Carlos Méndez en su taller de Dena
¿Cuál ha sido la historia de este taller que cierra dejando un hueco en Dena?
Lo abrimos entre dos en 1990 como sociedad limitada, pero con el tiempo pasó todo a mis manos, y así se mantuvo hasta hoy… bueno ayer. Cerré por jubilación, y ahí se quedó el local, en un bajo al lado de casa, con todo esto dentro (muestra la maquinaria que llena el local). Ha sido un pequeño taller mixto, de ciclomotores, maquinaria agraria pequeña… y hasta bicicletas. Hoy están en extinción. A finales de los 90 era ya el único de su género en el municipio. Ha sido el último, no creo que abran ya más de su género en Meaño.
Usted como mecánico ¿desde cuándo?
Trabajé de mecánico 46 años. Me inicié en la maquinaria de las cerámicas de Vilalonga, engrasándolas y reparándolas, cuando yo contaba sólo 14 años. Luego, con 18, vi que aquel mundillo me gustaba y que podría ofrecerme una salida profesional. Por eso fui a Vigo a cursar la Formación Profesional Acelerada, que era un curso intensivo de 6 meses de mecánica en general, con mucha práctica. Allí aprendí de lleno el oficio. Desde entonces ha sido para siempre mi vida, ciclomotores, maquinaria agraria…
¿Cómo sobrellevó el taller los años duros de la crisis?
En cierta medida bien, porque la crisis alentaba a decidirse más por cualquier reparación. Cierto que la época dorada fueron los años 90, con la fiebre de los ciclomotores, primero el Vespino, que marcó a una generación de jóvenes, luego el biscuter. En aquellos años dorados fuimos hasta tres mecánicos trabajando aquí.

Nuesstro protagonista con el vespino de su padre
¿Qué motivó que fuera cayendo este tipo de ciclomotores?
Antes había mucha permisividad, cualquiera podía conducir un ciclomotor a los 14 años, sin matriculación, sin examen, sin casco… Bastaba con un simple trámite para obtener el permiso. Luego la normativa se fue endureciendo: hoy al chaval se le require tener cumplidos los 15 años, superar un examen teórico y una prueba práctica en circuito cerrado, matricular el ciclomotor, abonar por todo ello las tasas… Las cosas se complican.
Fue también un taller de bicicletas, ¿no?
En cierta medida, sí. Se arreglaban cuando nos las traían, pero nuestro fuerte eran los ciclomotores y la maquinaria agraria: empezaron las motoazadas de gasolina, las desbrozadoras de brazo, motosierras, el motocultor diesel…Y luego fueron creciendo los cortacéspedes, porque antes nadie tenía césped adornando la fachada de su casa, pero desde hace 20 años para acá todos en Dena quieren su trocito de césped para embellecer la finca, donde antes cultivaban cada palmo.
Ha cerrado el taller pero su interior rebosa de viejos ciclomotores, maquinaria agraria…
Lo han ido dejando los clientes, algunos no los querían, porque la reparación era demasiado costosa, y como no tenían donde meterlo fueron aparcándolo aquí.
Aunque ha dejado su actividad, ¿no se plantea restaurar y recuperar uno de estos ciclomotores de época?
¡Qué va! Hay ciclomotores que sí gustaría recuperar, pero la verdad quedé muy cansado de la mecánica. Si acaso, recuperar aquel Vespino (señala), al que le tengo mucho cariño, porque era el de mi padre, y ahí mismo quedó parado desde 2012 en que falleció. De hecho, está dado de alta, tiene su matrícula y paga sus impuestos, pero no se ha movido desde entonces. También tengo aquella Torrot (señala en el centro del taller), es un ciclomotor que causó furor hace años y, en concreto, ese está prácticamente intacto, cuatro ajustes de nada y va como una seda, pero ahí quedó. Aquí hay mucho para restaurar, si uno tiene pasión por este mundillo… que ya no es mi caso (risas).

Juan Carlos Méndez ha dicho adiós a su profesión
¿Le queda alguna bicicleta histórica anclada en el taller?
Sí, aquella Orbea, la acabaron dejando aquí y tiene más de 40 años. A poco que nos ponemos con ella, sacamos a la calle una joya de época (risas).
¡Y vemos hasta minimotos! 
Sí, esta la dejó un cliente… Algunos las traían por aquí, pero ese tipo de motos no me gustaban, al poco dejé de atenderlas porque se movían al margen de la norma.
¿Y este?
Este es un patinete de gasolina, montado con un motor de cortacésped. Fueron los primeros de su género en el mercado. Es una reliquia, ahora se impone es el patinete eléctrico.
¿Considera que su viejo taller deja un hueco para llenar en Dena y, por extensión, en el municipio meañés?
Desde luego. Yo acabo de cerrar por jubilación, no por falta de trabajo, porque a veces no daba para tanto. Si a un joven le gustara la mecánica, se formara y pusiera en marcha un taller de este tipo, tendría futuro en Dena, porque no hay otro especializado en ciclomotores. Y taller agrario, solo hay uno, arriba en Meaño, pero en Dena, que es la población más grande, nada de nada.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor que se lleva de sus 46 años de mecánico?
Lo mejor, la relación con la gente, con los clientes asiduos, a lo que le doy las gracias. Lo peor es la suciedad, el mecánico, siempre con las manos manchadas… me dejó hasta el gorro (risas).


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