Centenares de calabazas iluminaron el monte meañés, ofreciendo una estampa romántica que aunaba lo tétrico y lo mítico, mismo salpicada con sus dosis de humor negro. La iniciativa se enmarcaba en la fiesta del Samaín del CEIP As Covas-Meaño -aplazado el pasado viernes 28 de octubre por la lluvia-, y se consolida como un evento que desborda ya el ámbito escolar, para convertirse en un atractivo de gente llegada, no sólo del municipio, sino de otras localidades salinienses que no quisieron perderse el singular paisaje fúnebre travestido en fiesta.
NOCHE MEAÑESA DE
TERROR
NOCHE MEAÑESA DE TERROR
Fue en la noche de este viernes, en una jornada nocturna que arrancaba a las 20 horas y que se prolongaba hasta el filo de la hora bruja de la medianoche. Centenares de personas que desafiaron la gélida noche para el disfrute de la estampa. Desde el centro escolar, acompañado por una tétrica banda de música -nutrida en gran parte de la Banda de Música Infantil de Meaño- y bien acicalados para la ocasión, la comitiva inició su procesión en subida a O Peñón. Una ocasión propicia para disfrutar de espectáculo amenizado los sones disonantes de los instrumentos que evocaban el miedo y los momentos de terror.
La terrorífica banda inicia su ascensión al monte de O Peñón
Apagada la luz pública del vial que subía al monte, este solo
quedaba iluminado así por las calabazas que alumbraban desde su interior con
velas, lámparas de aceite y mismo luminarias led, que generaban un temible
espectáculo de luces y sombras. Un espectáculo visual de 150 calabazos,
apostadas a ambos lados, de tamaños y formas variopintas, con diseños
elaborados por los escolares, y mismo algunas aportadas por ex alumnos, que
quisieron sumar la suya a la fiesta. Desde las calabazas fúnebres, a las
risueñas, pasando por otras desdentadas, barbudas, la de muñeco infantil
diabólico, las dos que flanqueaban el tétrico sepulcro con el esqueleto en su
interior… Un abanico que parecía tornarse más espeluznante a medida que el
espectador se adentraba en el monte.
El cementerio en el patio trasero abandonado de Manolo "da Aña"
Esta ruta contaba además con su panel de photocall y, enfrente, un tétrico
cementerio en un patio interior de una pequeña casa de piedra abandonada, con
lápidas cuyos epitafios exhibieron imaginación, ironía y humor negro: “Por fin
deixei de fmar”, rezaba uno, u otros tales como “Traédemos gominolas, guasaniños
xa teño”, “Señor, recíbeo coa mesma alegría con que cho mando”, “Chegaches á
tumba co mesmo carácter co que saíches da cuna” o, para el que había fallecido
electrocutado rezaba: “buen padre, buen marido, mal electricista casero”.
Cris de Caldas durante el cuentacuentos en el monte
Y en la cumbre, en un claro del monte, la fiesta se
aderezaba con un cuentacuentos de terror, de manos de “Cris de Caldas”, con
sesiones intermitentes que iban siendo seguido familias con los niños apostados
en el suelo alrededor. En ellas “o home do saco”, personaje de leyenda que
fuera en sus años asustador de niños en el folklore gallego y español, se
convirtió uno de protagonistas de la noche.
A la par, en el camino asomaba por doquier un buen abanico de
personajes del mundillo del samaín: la Santa Compaña, la novia cadáver, el
payaso diabólico, vampiros, fantasmas… tanto en su vertiente adulta como
infantil, que arrancaban entre susto y la risa, o entre “el truco o trato” para
deleite del público. Todo ello en medio de una oscuridad total, donde
únicamente las calabazas y las linternas de los móviles del público guiaban el
camino.
Pero la fiesta no acababa ahí, sino que bajo el patio cubierto del primer bloque de aulas, fueron las madres y padres del ANPA A Toxa y de la Comisión de Familias -que aúna a este año unas 25 familias- las que echaron el resto, ofreciendo un suculento ágape al público. Y es que para la ocasión se servía chocolate caliente para combatir el frío, bebida que se estaba elaborando al abrigo en una improvisada cocina. Hasta por un momento se colapsó el servicio por un gentío más numeroso que nunca en las tres ediciones celebradas. Pero al poco se rehízo para seguir endulzando la noche con chocolate y más postres de otoño que poblaban las mesas del patio por doquier: bizcochos de castañas, bicas, magdalenas, “chulas” de calabazas… Todo ello, dulce casero elaborado en sus casas por las madres de los escolares y que aportaban su grano a la fiesta.
El director Paulo Nogueira valoraba el momento: “lo que se pretendía -explicaba- era una convivencia a gusto en la comunidad escolar y con implicación de todos, y ese objetivo se ha logrado con creces”. “En la primera edición, con el COVID golpeando de lleno, nos decidiéramos por una caravana de vehículos para disfrutar de la muestra de calabazas, a fin de evitar el contacto; en 2021 pudimos hacerla ya presencial, peros aún con precauciones por la pandemia, y en este 2022 es donde nos hemos soltado pudiendo compartir las cosas, y disfrutar de este chocolate caliente y los dulces de otoño, para hacerlo aún más entrañable”. “Este evento ha venido ya para quedarse -sentencia-, será un fijo en nuestro calendario para el colegio y los vecinos”.
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