LA MODISTA DE PADRENDA CUMPLE LOS100 AÑOS
Elvira Castro en su casa de Padrenda |
En una sala de estar que da a la fachada de su vivienda Elvira
Castro mata su tiempo con la televisión. Cuando llamamos, es ella misma quien
se incorpora con parsimonia de su sofá y nos abre la puerta. Enseguida
comprobamos que, pese de algunos achaques propios de la edad, aún conserva su
lucidez que le permite referir muchos de sus mejores recuerdos. “Toda la vida
fui modista -rememora-, tenía muy buenas clientas de Cambados, Vilalonga, O
Grove… Tanto que a veces trabajaba de noche, o madrugaba mucho para cumplir con
los encargos. Tenía un taller de costura en mi casa de Baiuca en el que
llegaron a trabajar 14 chicas”. Recuerda como a inicios de los 60 se desplazaba
hasta Vigo en moto con su marido para comprar telas: “él tuvo el primer
automóvil que hubo en Padrenda -explica- y sacó la licencia de taxi, pero antes
de eso íbamos a Vigo en motocicleta. Compraba las telas en una tienda de la
calle Príncipe que se llamaba Tejidos Bravo, y luego me las enviaban en autobús
a una conservera que había mismo junto al puente de Cambados”.
Cuando se le pregunta sobre a qué momento del pasado no querría
volver refiere la Guerra Civil. De hecho recuerda como el que luego fue su
marido, Antonio García, fue apresado por sindicalista estudiantil “y lo
enviaron preso con sus hermanos al lazareto de la isla de San Simón, donde pasó
algunos años y a dónde íbamos a verlos”. Ello truncó su carrera de profesor
que, vetado por el régimen, no pudo acabar de cursar. “Pese a todo en nuestra
casa siempre hubo pan -refiere-, porque mis tías, y alguna vez mi madre, iban a
vender harina a O Grove, y por eso no pasamos penurias. Pero mucho pan tengo
repartido entre las chicas que trabajaban en el taller porque en aquellos años
se pasaba un hambre negra”.
Elvira Castro y su hija Eugenia Garcia |
Sobre el secreto de su longevidad asevera: “no tengo ninguno, como no sea el cariño con el que me trataron, primero mi marido Antonio y luego mi hija Eugenia y mi yerno Edmundo, porque han sido y son muy buenos conmigo”. A la hora de sentarse a la mesa reconoce que “como de todo, pero me gusta sobre todo el pescado menudo, y lo que más las xoubas fritas, siempre con patatas”. Y, eso sí, “un vasito de vino tinto caíño de casa en cada comida que no falte”. “Recuerdo -añade- que hace años un médico de Santiago me prohibía el vino, pero cuando mi marido le dijo que lo que tomaba era tinto caíño de casa, el médico dijo: ¡Ah! De ese el que quiera… ¡Y mira si le hice caso!”.
Su día a día transcurre con la placidez de quien lo ha vivido casi
todo. “Me levanto tarde -refiere-, no antes de las 12, porque ya madrugué mucho
cuando trabajaba, y por la noche me acuesto a las 9, justo después de ver Pasapalabra”,
en referencia el famoso concurso televisivo.
Otra imagen de nuestra prtagonista |
En cuanto a la salud se toma sus pastillas para el corazón “pero
de lo primero de fui padeciendo fue de la vista, tanto que de un ojo apenas veo
nada”. Eso sí, sorprende que mantiene su propia dentadura y en excelentes
condiciones para su edad, “bueno -precisa- me falta un diente delante, pensaba
en ir al dentista pero creo que ahora ya no me sale rentable ponérmelo” apunta
con sorna. Su hija Eugenia García nos refiere que lo perdió en un percance el
día Nochevieja del pasado año “en que casi se nos muere atragantada en la mesa
con una piel de pollo, y en la maniobra para evitarlo perdió el diente” “Si no
es por mi yerno (es médico) no lo cuento” apunta nuestra protagonista.
Precisamente la merma de visión le hizo dejar la costura en torno
a los 65 años, así como la lectura de Faro de Vigo, periódico al que era asidua
puesto que su marido llevaba suscrito toda una vida, tradición que ahora mantiene
su hija Eugenia. Aun así la pasión por confeccionarse su ropa continuó algunos
años “en que todavía seguí con la calceta, de hecho esta chaqueta -nos muestra
la que se trae puesta- tiene ya sus años, y me la hice yo misma”.
Elvira Castro apababa el domingo las velas de su centenario. Pero antes, el viernes, día propio de su cumpleaños, recibía en su
propio domicilio la visita de la alcaldesa de Meaño, Lourdes Ucha que,
acompañada por los ediles Milagros Pérez y Rubén Casal, la felicitaron y le
hicieron entrega de una placa conmemorativa más un ramo de flores por su siglo
de vida, un gesto para reconocer a la que siempre ha sido “la modista de
Padrenda”.
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