Con el féretro a hombros los danzantes de arcos de Cobas
despidieron esta semana a su director, y luego para él, a la salida y en el
abarrotado atrio de la iglesia cambadesa de San Adrián de Vilariño, bailaban su
última danza. Emotiva despedida para el que durante 35 años fue una de las
piezas angulares para la pervivencia de una tradición secular con valor
etnográfico, reconocida hoy como tal en Galicia.
LA ÚLTIMA
DANZA DE OVIDIO SANMARTÍN
Ovidio Sanmartín Arosa fallecía a sus 73 años en la su casa
de Vilariño. Lo hacía en la noche de martes al miércoles, a causa de esa
temible enfermedad que le segó la vida. Él era uno de los miembros de aquel
joven grupo primigenio que había acudido al octogenario José Pazos para recuperar
la danza que hacía años dejara ya de bailarse en la localidad meañesa de Cobas.
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Danza de Arcos ante el féretro de su director |
Su féretro, que había sido velado en el tanatorio de
Cambados, llegaba pasadas a las cinco de la tarde de ayer a la iglesia de San
Adrián de Vilariño. En el desvío de la carretera para acceder al atrio, el
vehículo y comitiva fúnebre subían acompañados por el grupo de gaitas “Os
Carballeiras”, haciendo sonar el “Unha noite da eira do trigo” en Curros Enríquez.
En el atrio, ataviados con sus trajes de danzantes -con zapato negro de suela,
pantalón y camisa de lino blanco, faja, paño de alfombra cruzado
sobre el hombro, sombrero de paja con cintas colgado a la espalda, castañuelas
y arco- le esperaban los diez bailarines de
Cobas, que habían sido compañeros y discípulos durante años. Sobre sus hombros,
los danzantes portaron el ataúd en la entrada a la iglesia, en medio de un
silencio conmovedor.
A la salida, los danzantes de Cobas interpretaron para él su
última danza, con sus castañuelas y arcos al ritmo de la gaita, acabando con la
reverencia de sus discípulos al féretro, y el emotivo aplauso del público. (En la imagen, Ovidio Sanmartín en una actuación don sus danzantes en Cobas)
El propio Ovidio Sanmartín, lúcido de mente hasta el final,
mismo había aceptado el que fueran sus compañeros danzantes los que le
rindieran este último homenaje. Así lo reconocían los que fuera compañeros y
amigos de danza. “Él, familia y todos nosotros -explicaba el día antes Carlos
Alfonso Piñeiro, danzarín y presidente de la Danza de Arcos de Cobas- éramos
conscientes del final inevitable”. “Cuando en los últimos momentos fuimos hablando,
él aceptaba y mismo deseaba que nosotros portáramos su féretro a hombros, y que
pudiéramos rendirle, de acuerdo con la familia, nuestro sentido homenaje”.
Ovidio Sanmartín deja el recuerdo de una persona afable,
sonriente y cercana, tanto entre los suyos como entre sus convecinos de
Vilariño y de su Cobas natal. Sus compañeros de danza reconocían que “la muerte
de Ovidio deja un hueco enorme, y muy importante para nuestros corazones y la Danza de Arcos”. “Su marcha -apuntaba Carlos Alfonso- no hace sino alentarnos
para seguir manteniendo este baile, en honor a él, como también a Tucho (por
Antonio Pazos) y José Pazos”.
Ovidio Sanmartín había nacido en el lugar de Constenla en
Cobas. Huérfano de madre desde muy pequeño de madre, su crianza y educación de
mantuvieron muy ligadas a la casa matriz, donde su abuela Peregrina Arosa y las
hijas de esta -tías a la postre- contribuyeron a su cuidado.
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Otra instantánea de da Danza de Arcos a la salida de funeral |
La Danza de Arcos de Cobas responde a un baile renacentista
ligado a las celebraciones religiosas que se bailaba en Cobas de ancestro, y
cuyos orígenes se remonta los siglos XV y XVI. De interpretación masculina, se
baila por parejas baja la dirección de un danzarín mayor que, con su bastón,
marca los puntos y los movimientos de los compañeros danzantes.
Pese a tratase de ser masculina, al cabo, y al dejar de calar
en los hombres, acabó siendo bailada también por las mujeres. Dejó de bailarse
por unos años a mediados 70, para luego recuperarse merced al recuerdo del José
Pazos quien, ya octogenario, les enseñó los pasos y giros a un grupo de jóvenes
que se proponían aprender para recuperarla, a fin de evitar que se perdiera
para siempre. Ovidio Sanmartín empezara a bailar esta danza con la primera
hornada de la recuperación para, a la postre, tomar el testigo en la dirección.
Incólume por su pasión con la esta danza, lo mantuvo durarte 35 años para,
ahora, entregarlo ahora a los suyos.
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