domingo, 15 de enero de 2023

 

Con el féretro a hombros los danzantes de arcos de Cobas despidieron esta semana a su director, y luego para él, a la salida y en el abarrotado atrio de la iglesia cambadesa de San Adrián de Vilariño, bailaban su última danza. Emotiva despedida para el que durante 35 años fue una de las piezas angulares para la pervivencia de una tradición secular con valor etnográfico, reconocida hoy como tal en Galicia.
      

LA ÚLTIMA DANZA DE OVIDIO SANMARTÍN


Ovidio Sanmartín Arosa fallecía a sus 73 años en la su casa de Vilariño. Lo hacía en la noche de martes al miércoles, a causa de esa temible enfermedad que le segó la vida. Él era uno de los miembros de aquel joven grupo primigenio que había acudido al octogenario José Pazos para recuperar la danza que hacía años dejara ya de bailarse en la localidad meañesa de Cobas.


Danza de Arcos ante el féretro de su director


Su féretro, que había sido velado en el tanatorio de Cambados, llegaba pasadas a las cinco de la tarde de ayer a la iglesia de San Adrián de Vilariño. En el desvío de la carretera para acceder al atrio, el vehículo y comitiva fúnebre subían acompañados por el grupo de gaitas “Os Carballeiras”, haciendo sonar el “Unha noite da eira do trigo” en Curros Enríquez. En el atrio, ataviados con sus trajes de danzantes -con zapato negro de suela, pantalón
y camisa de lino blanco, faja, paño de alfombra cruzado sobre el hombro, sombrero de paja con cintas colgado a la espalda, castañuelas y arco- le esperaban los diez bailarines de Cobas, que habían sido compañeros y discípulos durante años. Sobre sus hombros, los danzantes portaron el ataúd en la entrada a la iglesia, en medio de un silencio conmovedor.

A la salida, los danzantes de Cobas interpretaron para él su última danza, con sus castañuelas y arcos al ritmo de la gaita, acabando con la reverencia de sus discípulos al féretro, y el emotivo aplauso del público. (En la imagen, Ovidio Sanmartín en una actuación don sus danzantes en Cobas)
El propio Ovidio Sanmartín, lúcido de mente hasta el final, mismo había aceptado el que fueran sus compañeros danzantes los que le rindieran este último homenaje. Así lo reconocían los que fuera compañeros y amigos de danza. “Él, familia y todos nosotros -explicaba el día antes Carlos Alfonso Piñeiro, danzarín y presidente de la Danza de Arcos de Cobas- éramos conscientes del final inevitable”. “Cuando en los últimos momentos fuimos hablando, él aceptaba y mismo deseaba que nosotros portáramos su féretro a hombros, y que pudiéramos rendirle, de acuerdo con la familia, nuestro sentido homenaje”.
Ovidio Sanmartín deja el recuerdo de una persona afable, sonriente y cercana, tanto entre los suyos como entre sus convecinos de Vilariño y de su Cobas natal. Sus compañeros de danza reconocían que “la muerte de Ovidio deja un hueco enorme, y muy importante para nuestros corazones y la Danza de Arcos”. “Su marcha -apuntaba Carlos Alfonso- no hace sino alentarnos para seguir manteniendo este baile, en honor a él, como también a Tucho (por Antonio Pazos) y José Pazos”.
Ovidio Sanmartín había nacido en el lugar de Constenla en Cobas. Huérfano de madre desde muy pequeño de madre, su crianza y educación de mantuvieron muy ligadas a la casa matriz, donde su abuela Peregrina Arosa y las hijas de esta -tías a la postre- contribuyeron a su cuidado.


Otra instantánea de da Danza de Arcos a la salida de funeral

La Danza de Arcos de Cobas responde a un baile renacentista ligado a las celebraciones religiosas que se bailaba en Cobas de ancestro, y cuyos orígenes se remonta los siglos XV y XVI. De interpretación masculina, se baila por parejas baja la dirección de un danzarín mayor que, con su bastón, marca los puntos y los movimientos de los compañeros danzantes.
Pese a tratase de ser masculina, al cabo, y al dejar de calar en los hombres, acabó siendo bailada también por las mujeres. Dejó de bailarse por unos años a mediados 70, para luego recuperarse merced al recuerdo del José Pazos quien, ya octogenario, les enseñó los pasos y giros a un grupo de jóvenes que se proponían aprender para recuperarla, a fin de evitar que se perdiera para siempre. Ovidio Sanmartín empezara a bailar esta danza con la primera hornada de la recuperación para, a la postre, tomar el testigo en la dirección. Incólume por su pasión con la esta danza, lo mantuvo durarte 35 años para, ahora, entregarlo ahora a los suyos.
 

 

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