*** Opinión
Elecciones: Podemos
o no?
Que nadie se engañe. Si algo ha quedado claro del resultado de las
pasadas elecciones generales es que el pueblo no quiere mayorías ni conchabeos
pactistas. Los ciudadanos han votado, y lo han hecho por un parlamento plural
donde las leyes no prosperen por la simple acción del rodillo de turno, lo que ahora
se demanda es debate y consenso parlamentario con el telón de fondo del interés
general -y no el partidista- para sacar adelante cada propuesta de ley. Los
ciudadanos no piden nuevas elecciones, simplemente desean que leyes como la
última de educación del ministro Wert o la mal llamada “ley de sustentabilidad
de la administración local,” concebida para restar competencias a los concellos,
no se aprueben por capricho del uso y abuso de la mayoría del partido de turno,
mientras el resto del arco parlamentario -que, no olvidemos, representa a una
parte importante de la ciudadanía- está en contra. Se trata de que recuperemos
el debate, así de sencillo.
Y a la hora de elegir presidente y desginar nuevo ejecutivo, ante
todo cabe el arte de negociar -no del conchabeo, insisto- el cual no es fácil y
parece hasta olvidado. Por una parte, cabe no echarse en brazos del partido de
turno a las primeras de cambio ofreciendo un salvoconducto “sine die”, tal y
como hizo Albert Rivera en los últimos días de campaña anunciando su decisión
de permitir con la abstención la investidura del candidato del partido más
votado -léase Partido Popular por cuanto todos sabían de entrada que iba a
retener tal condición-, pecado éste por el que luego Ciudadanos purgó su
penitencia el 20-D. Y por otra, ojo con las líneas rojas que se trazan a las primeras
de cambio, y es que a la hora de negociar has de saber que no saldrás de la mesa
con todas las propuestas con las que entraste.
Debería tenerlo en cuenta
Podemos en algunas de esas líneas rojas que son, en definitiva, las maestras de
su programa electoral. Para Podemos y Pablo Iglesias cabe discernir entre lo
prioritario y lo accesorio. Y lo prioritario de su agenda es el espíritu del
15-M que lo encumbró: la lucha en favor de las clases desfavorecidas, por mitigar las
desigualdades, la lucha contra la corrupción auspiciada por los partidos
turnistas, contra los lobbies que presionan al gobierno en pro de leyes
complacientes, el fin de las puertas giratorias. El último minuto de Pablo Iglesias
-brillante donde los haya- del debate a cuatro, marca lo prioritario, lo demás
es prescindible. Cuando menos de momento. De no leerlo así, el pecado puede
arrastrar también su penitencia. Al tiempo.
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