Tratado de soledad
nº 7,
segundo compás
"¿Es éste el
mundo real o un paraíso de locos?"
(“Closer To Heaven”, The Alan Parsons Project)
Cae
la noche tras el cristal de la ventana, sobre la ciudad vieja, como cae mi
juventud entre el hastío del tiempo al compás de las agujas del reloj de la
plaza, como cae la soledad sobre este folio en que escribo, como tu ausencia en
las horas más largas, como tu cuerpo en mi pensamiento.
Llueve
afuera. La lluvia cae incansablemente desde ayer. El agua corre por las aceras
como buscando un resquicio de mar; la gente camina deprisa, bajo los paraguas,
cautiva de los semáforos, como en un número de baile previamente ensayado; las
tiendas cierran sus puertas, apagan sus luces, como en un fundido entre los
anuncios de televisión. Y yo, insignificante, vivo en este espacio
indeterminado que existe entre la realidad del suelo y la cúpula de ese cielo
oscuro, buscando por todos los lugares de mi imaginación, recorriendo durante
noches las calles más estrechas de mi fantasía, abriendo las puertas más
viejas, tratando de recuperar el instante feliz... ¿Donde está ese mundo de los
sueños en el que nos conocimos los dos?.
El
camino de la locura es solitario y monótono. Insípido. Como una carta de amor
mecanografiada, como un bar de carretera a las cinco de la tarde, como monte
quemado, como tu calle sin ti. Así. He penetrado en él, desnudo, cargado de
insomnio, parafraseando soledades, musitando esos versos que algún día
escribiré. Y avanzo con los pasos más grandes que mis manías me permiten, con
mis zapatos gastados, al ritmo de esta lluvia que cae sin parar sobre el
asfalto, como pronunciando tu nombre.
Me
escaparé de esta ciudad una noche cualquiera, porque ya no soporto la desazón
que tu ausencia provoca en mi alma cuando camino en soledad sobre las piedras
de las calles viejas, y recuerdo tus ojos, como mirándome; ya no soporto el frío
de la distancia, como viento norte, continuamente cortando mis labios; ya no
soporto tus besos en mis mejillas porque no saben a nada, ni soporto esperar
inútilmente el último autobús, el de la once, que llega sin ti, que hace mucho
tiempo que llega sin ti.
Mientras
tanto sigo empeñado en aprehender tu risa que se desliza por entre las luces
que parecen parpadear a lo lejos, tratando de acariciarme el rostro en esta
noche de invierno. Pero a cada momento me sorprendo solo, en el vacío de esta
habitación, bajo la luz cansada del flexo, con frases inconexas, como queriendo
componer nuevos caminos en tu espalda que se dibuja en mi papel.
Otra
vez la noche volverá a ser larga en tu ausencia. Me quedaré durante horas
tratado de encontrar las palabras justas. Pero es inútil, amor, mis versos se
han quedado dormidos, jugando con las luces y las sombras, en el jardín de
lirios.
Tino Hermida, 21 de
febrero de 1991
Descoñecía esta faceta túa. Pero a verdade é que un queda con ganas de ler máis...anímote a que continúes con ela. De seguro que disto saerá algo moi bo.
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