A sus 30 años, el joven el trompetista
argentino Matías Ezequiel Amarilla decidió cruzar el Atlántico y, en un viaje
emocional, por España y Portugal, aprovechar para hacer escala en Meaño con el
objeto de conocer in situ banda de música, su modo de trabajo y su dinámica
para trasladar a su proyecto argentino. Y en el origen, este Ventanuco fue la
saetera por la que el azar se coló hasta ensamblarnos, en una de esas historias
humanas para sólo poder gratificar los corazones. De Estela Domínguez Rivarosa
a Gustavo Trillini; de él a Matías Amarilla, y de éste a Meaño: se vuelve a
cerrar el círculo.
TOCANDO EN LA BUMM POR UN DÍA
Director él en Argentina de la Banda
de Música Bimbó Marsilette de Chacabuco (a 50 kms. de Junín, que es su urbe de
referencia en el N.O. de la provincia de Buenos Aires), a Matías Amarilla le
embargó la pasión por desarrollar en Argentina un proyecto con otras miras, a
imagen de la razón de ser que las bandas tenían en España y Europa. Y el lugar
elegido en el que fijarse fue precisamente el pequeño municipio gallego de
Meaño, a cuya banda llegó a través de la red y algunos azares. (En la foto, en el centro, Matías Amarilla tocando en un ensayo con la la BUMM)
“El cómo conocí la banda de Meaño
-explica- me llegó a finales del verano por un link que me había enviado mi anterior
profesor de trompeta en conservatorio, Gustavo Trillini y ver así un concierto
de la Banda de Meaño que participaba ese día en un certamen fuera de Galicia,
link que, a su vez, le había llegado por su madrina, a quien a se lo remitía un
contacto en Meaño”. (Mención aquí por un Gustavo Trillini Idoyaga que, como
tantos argentinos, es fruto de una
fusión de nacionalidades: el primer apellido por parte de padre, italiano él, y
el segundo que le llega legado por parte de madre, de familia vasca afincada en
Argentina. Y, a mayores, antecedentes en Gustavo Trillini de su bisabuela
gallega, Rosa Garrido.
El concierto en cuestión de la BUMM,
al que se refería Matías Ezequiel Amarilla era el de la participación en el XXI Certamen
Internacional de Banda de “Villa de Aranda”, que se celebraba el 26 de agosto
en Aranda del Duero (Burgos) y que, a la postre le reportó el primer premio a
la banda meañesa.
Un momento del ensayo, con Matías Amarilla al fondo, a la derecha
Pequeño y tan grande
“Me impresionó
-explicaba- la calidad, la sonoridad de esta banda y la complejidad de obras que
interpretaba, tanto que, luego tecleé en el buscador ‘Meaño’ y me salía que era un pueblo de tan sólo 5.000 habitantes”.
“Yo -agrega- no me explicaba como un
pueblo tan pequeño tenía una banda sinfónica tan grande, de tanta tradición y
esa sonoridad”. “Fue a partir de entonces -explicaba-, que empecé a seguir esta
banda, su historia, y
sentí ganas de cruzar el Atlántico para conocer in situ el proyecto”. De
partida, planeara con su pareja y compañeros de estudio musicales -Milene
Morales, Yoseli Eneu y Benjamín Szumico- un viaje emocional a las raíces de la
familia de ella en Portugal y Ourense, más sus lazos en Valladolid. Pero en
esas, a inicios de diciembre cuando planeaba el viaje, se cruzó la posibilidad
conocer Meaño y su banda, una ocasión que, a toda costa, no quiso desperdiciar.
Este argentino reconocía llegar a
Meaño “muy interesado en conocer por dentro la dinámica de trabajo de esta
banda, su metodología, sus instalaciones… Pensaba que, si algo como Meaño
existe y funcionaba, podía replicarse en nuestra Argentina, y tratar de poner
en valor así la música en el país”.
Fue así que pudo contactar con el director
Diego Javier Lorente y el pasado 14 de enero, tras ser invitado y recibido por
éste, participaba bajo el escenario de la plaza en el ensayo con su “trompeta
viajera”, que así llamaba a la suya, para hacer un punto e interesarse por cómo
se estaba trabajando en la formación meañesa. “En el ensayo -explicaba al
salir- comprobé como Diego y la banda aprovechan al máximo el ensayo, es una
sesión con mucha lectura, concentración, mucho tocar… Uno sale cansado, pero
plenamente satisfecho de haber visto como ahí dentro se hacía un trabajo
fantástico”. “Me impresionó -agregaba-, tanta juventud, tan chicos y tocando
instrumentos que en Argentina no vemos: tubas, fagotes, oboes…y el repertorio
tan rico que manejan”.
Bandas de música argentinas
Las bandas en Argentina, explicaba,
tienen un carácter mucho más reducido, como también lo son las actuaciones, y
con un repertorio mucho más limitado. “Allá -explica Matías Amarilla- las
bandas son formaciones pequeñas y las actuaciones están ligadas a las
celebraciones de la patria”. “Para ello -agrega- cabe tocar siempre el himno de
Argentina y luego marchas militares, que ése es el estilo”. (En la foto: Matías Amarilla con su banda de Música Bimbó Marseletti en Argentina). En Chacabuco, que
es un ciudad de 38.000 habitantes, “la mía es una banda municipal formada por
25 músicos: trompetas, trombones, saxos, percusión, teclado y un bajo eléctrico
para paliar la ausencia de tubas e instrumentos graves”. “Allí se paga
únicamente el salario del director -explica- y los instrumentos, como son caros,
se compran merced a los fondos que recauda la asociación”. “Esos instrumentos -añade-
se tienen, digamos que a modo de préstamo, con la condición de que el músico
acuda a los ensayos y actuaciones, y si, por cualquier circunstancia deja la
banda, está obligado a devolverlo”. (Abajo, la banda Bimbó Marsilette, dirigida por Matías Amarilla, interpretando el himno argentino en un acto público)
TOCANDO EN LA BUMM POR UN DÍA
Un momento del ensayo, con Matías Amarilla al fondo, a la derecha |
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