Vecinos de Meaño degustando los preciados callos |
Sin
más pretensión que la de congregar a los vecinos en una noche de invierno en
torno a unos buenos callos. Eso es el objetivo que repite cada año el San Amaro
meañés, fiesta humilde donde las haya, y que parece retrotraernos al espíritu
de los “seráns” y de las pequeñas verbenas de los años 20 del pasado siglo. No
busca tanto el ganar gente de otros lugares, sino a su gente de siempre.
Y
como desde hace décadas en la noche del sábado de San Amaro los callos fueron
los reyes de la esta peculiar fiesta de pueblo, con degustación del típico
plato que la organización sirvió de manera gratuita entre el público que se
atrevió a desafiar la persistente “poalla” bajo una pequeña carpa cerrada a pie
de la ermita. En total dos ollas con capacidad para 72 litros, que dieron para
que el centenar de personas congregadas pudieran repetir hasta la saciedad. Los
vecinos loaron el potaje, cocinados a remanso durante cinco horas por la mañana
en las cocinas del restaurante meañés Casa Rodiño que, como cada año,
interrumpe sus vacaciones para atender el singular encargo.
Rosario Muñiz trabajando en la organización |
Con 1.500 euros!
“Esta es la fiesta más entrañable de Meaño y la más económica de todas”, reconocía Rosario Muñiz, una de las organizadoras de esta edición, mientras dispensaba generosas raciones de callos. “Una localidad como Meaño -explica-, con unas 130 casas, no puede recaudar 8.000 euros de aportaciones vecinales, el que es el mínimo hoy para una verbena de dos orquestas. En cambio, aquí sí sabemos lo que es rentabilizar el dinero: con apenas 1.500 euros, logramos organizar dos días de fiesta, para unos vecinos que se han portado muy bien”. “Ese dinero -continúa- se nos va en un grupo de gaitas para los dos días, unos pocos fuegos, y esta degustación de callos. Y en la noche, a falta de una orquesta, es un dúo musical el que ameniza esta pequeña verbena, con los músicos sobre una pequeña tarima de madera, no más, pero nos divertimos como en pocas fiestas”.
“Esta es la fiesta más entrañable de Meaño y la más económica de todas”, reconocía Rosario Muñiz, una de las organizadoras de esta edición, mientras dispensaba generosas raciones de callos. “Una localidad como Meaño -explica-, con unas 130 casas, no puede recaudar 8.000 euros de aportaciones vecinales, el que es el mínimo hoy para una verbena de dos orquestas. En cambio, aquí sí sabemos lo que es rentabilizar el dinero: con apenas 1.500 euros, logramos organizar dos días de fiesta, para unos vecinos que se han portado muy bien”. “Ese dinero -continúa- se nos va en un grupo de gaitas para los dos días, unos pocos fuegos, y esta degustación de callos. Y en la noche, a falta de una orquesta, es un dúo musical el que ameniza esta pequeña verbena, con los músicos sobre una pequeña tarima de madera, no más, pero nos divertimos como en pocas fiestas”.
Una
verbena apenas familiar, con vecinos todos conocidos, y donde el baile, el
humor y el canto comparten protagonismo con lo gastronómico. Un apartado el de
la canción que contó además en esta ocasión con la presencia de Antonio Miniño,
cantante local de Dena, conocido por sus buenas interpretaciones de la copla y
las canciones de Manolo Escobar, y que deleitó a los presentes con algunas
piezas.
Un veciño de Meaño rendido aos callos |
Testimonio histórico
Por la mañana la jornada abría con una misa a las 12 del mediodía, cuya procesión frustró esta vez la lluvia. En el interior de la pequeña ermita, la novedad fue la colocación de una placa, copia de la primera página del libro de fábrica parroquial que data de 1654, y en cuyo margen se atestigua el hecho histórico de la construcción de esta capilla de San Amaro, mandada erigir por el licenciado Clemente da Bouzada que falleciera en aquel mismo año.
Por la mañana la jornada abría con una misa a las 12 del mediodía, cuya procesión frustró esta vez la lluvia. En el interior de la pequeña ermita, la novedad fue la colocación de una placa, copia de la primera página del libro de fábrica parroquial que data de 1654, y en cuyo margen se atestigua el hecho histórico de la construcción de esta capilla de San Amaro, mandada erigir por el licenciado Clemente da Bouzada que falleciera en aquel mismo año.
Tras
la misa se repitió una segunda tanda de poxas, en la que se subastaron más
productos del campo, entre ellas cajas de cebollas nuevas, lotes de vino
albariño y un gallo de corral, ésta última la pieza más codiciada, y que se
adjudicó en 40 euros.
La
verbena arrancaba al atardecer para, a las 21 horas, hacer el alto en la música
que daba entrada de los preciados callos, que acto seguido se servían
acompañados de vino tinto país y refrescos. Tras ellos volvía la música a la
par que se distribuía, a modo de postre, 15 kg de roscón en raciones, seguido
de dos grandes queimadas elaboradas en situ para animar el resto de noche. Todo
un menú dispensado de forma gratuita por una organización que trabajaba de
lleno a lo largo de la noche.
El
cura párroco José Manuel Taibo, presente como cada año en verbena, reconocía
que “el protagonismo de esta fiesta, no es de un grupo de vecinos, sino del
propio pueblo porque todo él se involucra de una forma u otra en hacer realidad
un festejo distinto, familiar, cercano y tan entrañable como es este”.
GALERÍA DE FOTOS... Por Marcos Castro & T. Hermida
Manolo Muñiz, un dos patriarcas desta festa, bromeando coa súa neta |
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