La
localidad de Meaño alberga en la parte alta del barrio de Trubisquido, en una
zona ya inmediata al monte, un conjunto etnográfico completo ligado al agua,
que comprende los elementos de fuente, lavadero, pozo de riego y molino. Los
cuatro cobraban vida en el pasado con una misma agua en caída que salvaba la
ladera de acceso al monte que arranca en ese punto, y que ofrece en en la cima
de su terraza un singular mirador ignorado, con bella estampa al anochecer de
la localidad meañesa. Los vecinos reclaman poner en valor este singular espacio
de apenas 200 m2, olvidado por el tiempo.
EL CICLO ETNOGRÁFICO DEL AGUA EN TRUBISQUIDO
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Fuente de Trubisquido |
Al
punto más alto del pequeño outeiro de Trubisquido se accede por 16 escaleras
irregulares en piedra que conducen a una fuente que, desde tiempos pretéritos,
es de los manantiales más preciados por los lugareños. Los ancianos apuntan que
nace en una zona de roca, de donde mana agua potable y ligera, cuya calidad
viene refrendada por las analíticas que el concello repite cada año desde hace
dos décadas, que dieron siempre en ella en un resultado de “apta para el
consumo”.
Está considerada además el agua que brota a la temperatura más baja de las 52 fuentes existen en el municipio. De ella, recuerdan hoy los ancianos, manaba antes agua mucho más abundante
que hoy. Y es que en los últimos años la proliferación de eucaliptos, cada vez
más cercanos, está mermando el caudal, tanto que se resiente en ocasiones en el
mes septiembre en años de sequía prolongada, hasta el punto de secar
temporalmente en esas situaciones extremas.
El
murete de contención de la fuente, en el que se han insertado tres tubos de
salida de agua, presentaba en un lateral un cuidado bajo relieve de la Falange
Española, con su yugo de flechas, relacionado con el Movimiento Nacional franquista
en que fue construido.
Lavadero y pozo
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Lavadero y pozo de Trubisquido con el paraje al fondo |
Acto
seguido el agua de esta fuente abastece el lavadero anexo, que tiene justo
delante, con orientación oeste, hacia el núcleo poblacional. Se trata de un
lavadero en perpiaño, erigido a inicios de los años 70 sobre otro viejo
lavadero terreño de existía en lugar, éste más pequeño y con orientación
noroeste, y del que se conserva testimonio oral desde los años 20. El actual
lavadero, de 25,92 m2, fue construido por el cantero Miguel Fernández, a quien
encomendó la obra el concello, presidido entonces por el alcalde Marcelino
Torres, personaje éste conocido también por su labor de bodeguero, no en vano
fue promotor del albariño y de la propioa D.O. Rías Baixas.
El
lavadero dispone de cubierta de uralita dispuesta sobre una estructura
metálica, que alberga debajo cinco lavadoiros,
y se completa delante con un pilón con capadidad para 4.694 litros, que lo
convierten en el séptimo más grande por capacidad de los 36 lavaderos que se
extienden a lo largo y ancho de las siete parroquias del municipio meañés.
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Panorámica de la parroquia de Meaño desde la colina de Trubisquido |
Delante
del lavadero de Trubisquido se abre un pozo de riego de grandes dimensiones,
que se abastecía del agua de la fuente más el lavadero por el que circulara
antes. Con este pozo se regaban las fincas de unas 60 familias, dedicadas al
cultivo de maíz, ubicadas en los barrios de Trubisquido, Os Agros y que llegaba
hasta las inmediaciones de A Feira. El vecino Olegario Muñiz, recordaba como ya
desde generaciones anteriores las familias regulaban la labor: “era un sistema
de partillas -explica- donde el reparto de agua se regía por horarios de 24
horas, con lo que se sucedían turnos de día y de noche continuados”. “Este pozo
de Trubisquido -recordaba- recibía no sólo el agua de la fuente, sino de otros
manantiales que bajaban desde la zona de la Braña do Limoar, cerca ya de
Armenteira, agua que no llega abajo ya hoy, a causa del eucalipto que pobló el
monte y los secó”. “El agua de Trubisquido agregaba- era entonces -tan
abundante, que en tan sólo una noche llenaba el pozo, que en origen era más
pequeño que el actual. Luego, cuando rebosaba, caía en una zona situada más
abajo de todo, y donde volvía a embalsar para que actuara a modo de un segundo
pozo y ganar en capacidad”.
Pero
ambas construcciones han dejado de tener función con el paso de los años. La
gente ya no laborea en el al lavadero, ni el agua del pozo se emplea para riego
“porque desde hace unos 30 ó 40 años -explica Olegario Muñiz-, el cultivo del
maíz fue desplazado por el viñedo que se impuso por todos lados”. “La viña
-agrega- no pide agua y no se riega, y aquel reglamento de partillas, que se
había transmitido de forma oral de generación en generación, se acabó perdiendo
para siempre, y yo ya no recuerdo el orden de los turnos”.
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Acceso a la colina de Trubisuquido con el molino en primer plano |
El
ciclo de agua, que mana de la fuente, abastece el lavadero y llenaba el pozo,
se completaba con un viejo molino dispuesto más abajo. Y es que el agua se
soltaba en tromba desde el pozo, y se redirigía para abastecer el molino,
ubicado en un nivel inferior, situado unos cuatro metros más bajo que en el
parte alta del pozo. De aquel antiguo molino hoy se conservan apenas sus
vestigios, invadido por la maleza que disimula su presencia a pie mismo del
vial de acceso que sube hacia el campo de fútbol de A Toxa. Un viejo molino que
viste en verano la enredadera de la campanilla ó yedra morada -por el color de
su flor- que atrapa esta construcción ruinosa por doquier.
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El viejo molino de Trubisquido |
Este
viejo molino, que en tiempo pretéritos fue propiedad de la que en su día fuera
pudiente familia Calviño, acabó siendo adquirido en los años 40 del siglo XX
por el matrimonio Valentín Castro y Dolores Méndez, que fue legado hoy a sus
herederos. Aquella construcción, de planta rectangular y caída a una sola agua,
dejó de moler en los años 60, cuando por entonces podía procesar tres ferrados
de maíz al día (unos 1.800 m2).
Como
en tantas otras fuentes, el agua de Trubisquido campa libre tras de hacer un
alto en el pilón del lavadero, para perderse luego, metros más abajo, y acabar
en la red de aguas residuales. Y es que la inexistencia de red de pluviales en
este, como en otros puntos del municipio, lleva el agua fuentes públicas a la
EDAR de Os Pasales en Dena, exigiendo un proceso inútil para unas aguas
consideradas limpias y potables en origen.
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