sábado, 9 de agosto de 2014

conversas. com
Robustiano Fariña Padín
Gerente de Bodegas Attis

Hoy tiene 35 años pero se empezó en el mundo del vino con 21. Robustiano Fariña, que así se llama nuestro protagonista, lidera un proyecto familiar, el de las jóvenes bodegas Attis, afincadas en Dena, una firma que en tan sólo 14 años ha pasado del bajo de vivienda a unas modernas instalaciones en una parcela de 1,5 hectáreas que dominan el valle desde la ladera del monte Penaguda y donde elabora ya 75.000 litros de vino. La bodega está embarcada ahora en un doble reto: por una parte, elaborar Rías Baixas ecológico, empresa complicada en una zona donde el mildiu es una amenaza latente; y por otra, el de la salida al mercado de su primera cosecha de un Rías Baixas tinto. Tres personas son la clave de este éxito: los hermanos Robustiano y Baldomero Fariña, más el enólogo francés Jean François Hébrand.

“SABEMOS QUE EN NUESTRA ZONA ES DIFÍCIL PRODUCIR BAJO CRITERIOS ECOLÓGICOS”


Robustiano Fariña en sus bodegas Attis
¿Cómo surge la idea de convertir una pequeña bodega familiar en un proyecto de envergadura como este?
En casa mis padres, y antes de mis abuelos, se hacía albariño de toda la vida, destinado en gran parte a un establecimiento hostelero que la familia tiene en Dena. Aquella pequeña bodega estaba en el sótano de casa, y en el 2000, cosas de la juventud, mi hermano y yo formamos sociedad con mi padre, para juntos apostar por el sector: dimos de alta la bodega en el Consello Regulador y empezamos a dedicarnos al vino, digamos, de una forma más profesional. Empezamos con 20.000 litros, el proyecto fue cristalizando y decidimos entonces dar un paso más: el de construir unas nuevas instalaciones asentadas en una parcela de una hectárea y media de terreno, preparadas para procesar 200.000 litros. Esto supuso una inversión muy grande.
Ustedes han salido al mercado en plena crisis, ¿no resulta eso un tanto arriesgado?
Sí, pero supongo que es la rebeldía de la juventud. Yo lo tenía claro: apostar por la calidad desde el principio y hacerse un hueco en el mercado exterior. Por eso nosotros empezamos al revés que otras bodegas: lo hicimos enfocándonos primero a la exportación, y así colocamos nuestro vino en Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Brasil, Dinamarca, Bélgica, Japón, Corea del Sur…, tal vez a costa de descuidar un tanto España, que es a donde queremos llegar ahora. Pero la apuesta está saliendo muy bien.
¿Y cómo se lanza uno así, acabando de nacer, a la conquista del mercado exterior?
Repito que uno es joven y como tal sale uno poco a la aventura. Me gusta viajar y acudo a una feria aquí, a otra allí… Empiezas con una mochila al hombro y unas cuantas botellas dentro. En las ferias haces contactos, cierras algún acuerdo y, si ves posibilidades, al año siguiente vuelves con un stand para crecer desde ahí.
¿Cuál es el secreto para entrar en ese mercado exterior?
Producir vinos de mucha calidad porque en el exterior hay un mercado que está dispuesto a pagar esos precios. Parece un contrasentido en tiempos de crisis, pero es así. Y en la denominación de origen están apareciendo una serie de bodegueros jóvenes que lideran proyectos que apuestan por esta línea como son Forxas do Salnés, Zárate o Albamar entre otros.

Una imagen con cubas de madera del interior de Bodegas Attis
Se planta albariño por doquier y, sin embargo, son varias las bodegas que se están vendiendo en los últimos años, algunas prácticamente en quiebra… ¿no podría hablarse de cierta “burbuja” del vino Rías Baixas de un tiempo a esta parte?
Una bodega no es una industria al uso. En los últimos años hemos asistido en parte al “todo vale”: cualquier persona con dinero, sin idea de vino, se le daba por montar una bodega de albariño, y esos son los proyectos que están fracasando ahora porque detrás no hay nada que transmitir. La bodega es una forma de vida, tiene un componente sentimental y eso se transmite si lo vives, el cliente lo percibe y lo valora. Por lo demás la denominación tiene recorrido porque está avalada por su calidad. Cuando viajas fuera es donde lo notas: a cualquier exportador que le dices que lo que le presentas es un Rías Baixas se para, atiende, sabe al momento que le estás ofreciendo vino de prestigio y eso le interesa.
Dicen que muchas bodegas están llenas de vino que no logran colocar en el mercado. ¿Cómo está la suya en estos momentos?
Bien. El secreto está siendo el crecer poco a poco. El error de algunas bodegas ha sido procesar toda la uva que le cupiera y llenarse hasta los topes pensando que luego iban a vender todo de por sí. En nuestras instalaciones tenemos capacidad para 200.000 litros, pero no pensamos para nada en esa cifra, estamos elaborando 75.000 porque sabemos que es lo que podemos vender de manera real en el mercado por el momento.

Robustiano Fariña observa su blanco Attis en copa
Uno de los retos en que está embarcado su bodega es producir un Rías Baixas catalogado como “ecológico”. ¿Es eso posible en una zona como la nuestra?
Es difícil, pero estamos trabajando en ello, conscientes de que es un objetivo ambicioso. Lo primero ha sido solicitar al Craega, que es el organismo público que regula la producción ecológica, el ser admitidos para conseguir el sello de “ecológico”. Son necesarios tres años de control  por parte de este organismo y nosotros estamos en el primero: ello implica que no podemos utilizar productos sistémicos, que sólo tenemos que emplear abonos orgánicos, recurrir al compostaje de plantas, a insecticidas naturales como el agua de ortigas para contrarrestar los ataques de polilla... Sabemos que en nuestra zona con el clima que tenemos es complicado producir bajo criterios ecológicos pero es un reto, ya veremos si al final somos capaces o no.

Otra de sus apuestas es atreverse con los tintos Rías Baixas.
Sí, acabamos de sacar al mercado nuestra primera cosecha, muy limitada, son 3.000 botellas de tinto caíño, espadeiro y sousón, los tres monovarietales.
¿Y cómo lo está recibiendo el mercado?
Muy bien, tanto que está ya todo comprometido.
¿Le ve potencial al tinto Rías Baixas?
Sí, porque ofrece vinos con un perfil que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. La uva espadeira y caíña sólo se dan aquí y en ningún otro lugar, el sousón aparece también algo en Portugal, pero es muy limitado.


Attis debe su nombre a la mitología griega
Esa uva tinta en realidad es muy escasa, ¿dónde la consigue usted?
En viticultores de la zona, en Ribadumia, Castrelo, aquí en Meaño, pero hay muy poco, muchas son cepas que están dentro de viñas que tienen otras variedades.
¿Se plantea incrementar la producción de tintos?
Lo que nos planteamos es apostar por todas las diferentes variedades propias de aquí para comprobar su potencial, las tintas incluidas, pero por el momento estamos más centrados en el albariño.
¿Se ha planteado experimentar con un espumoso?
No creo que sea buena idea. A los espumosos Rías Baixas les veo difícil competir con el cava, el nuestro va a salir siempre mucho más caro.


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