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Robustiano
Fariña Padín
Gerente
de Bodegas Attis
Hoy
tiene 35 años pero se empezó en el mundo del vino con 21. Robustiano Fariña,
que así se llama nuestro protagonista, lidera un proyecto familiar, el de las
jóvenes bodegas Attis, afincadas en Dena, una firma que en tan sólo 14 años ha
pasado del bajo de vivienda a unas modernas instalaciones en una parcela de 1,5
hectáreas que dominan el valle desde la ladera del monte Penaguda y donde
elabora ya 75.000 litros de vino. La bodega está embarcada ahora en un doble reto:
por una parte, elaborar Rías Baixas ecológico, empresa complicada en una zona
donde el mildiu es una amenaza latente; y por otra, el de la salida al mercado
de su primera cosecha de un Rías Baixas tinto. Tres personas son la clave de
este éxito: los hermanos Robustiano y Baldomero Fariña, más el enólogo francés
Jean François Hébrand.
“SABEMOS QUE EN NUESTRA
ZONA ES DIFÍCIL PRODUCIR BAJO CRITERIOS ECOLÓGICOS”
Robustiano Fariña en sus bodegas Attis |
En
casa mis padres, y antes de mis abuelos, se hacía albariño de toda la vida,
destinado en gran parte a un establecimiento hostelero que la familia tiene en
Dena. Aquella pequeña bodega estaba en el sótano de casa, y en el 2000, cosas
de la juventud, mi hermano y yo formamos sociedad con mi padre, para juntos apostar
por el sector: dimos de alta la bodega en el Consello Regulador y empezamos a
dedicarnos al vino, digamos, de una forma más profesional. Empezamos con 20.000
litros, el proyecto fue cristalizando y decidimos entonces dar un paso más: el
de construir unas nuevas instalaciones asentadas en una parcela de una hectárea
y media de terreno, preparadas para procesar 200.000 litros. Esto supuso una
inversión muy grande.
Ustedes han salido al mercado en plena crisis, ¿no resulta eso un
tanto arriesgado?
Sí,
pero supongo que es la rebeldía de la juventud. Yo lo tenía claro: apostar por
la calidad desde el principio y hacerse un hueco en el mercado exterior. Por
eso nosotros empezamos al revés que otras bodegas: lo hicimos enfocándonos
primero a la exportación, y así colocamos nuestro vino en Estados Unidos,
Alemania, Inglaterra, Brasil, Dinamarca, Bélgica, Japón, Corea del Sur…, tal
vez a costa de descuidar un tanto España, que es a donde queremos llegar ahora.
Pero la apuesta está saliendo muy bien.
¿Y cómo se lanza uno así, acabando de nacer, a la conquista del
mercado exterior?
Repito
que uno es joven y como tal sale uno poco a la aventura. Me gusta viajar y
acudo a una feria aquí, a otra allí… Empiezas con una mochila al hombro y unas
cuantas botellas dentro. En las ferias haces contactos, cierras algún acuerdo
y, si ves posibilidades, al año siguiente vuelves con un stand para crecer
desde ahí.
¿Cuál es el secreto para entrar en ese mercado exterior?
Producir
vinos de mucha calidad porque en el exterior hay un mercado que está dispuesto
a pagar esos precios. Parece un contrasentido en tiempos de crisis, pero es
así. Y en la denominación de origen están apareciendo una serie de bodegueros
jóvenes que lideran proyectos que apuestan por esta línea como son Forxas do
Salnés, Zárate o Albamar entre otros.
Una imagen con cubas de madera del interior de Bodegas Attis |
Una
bodega no es una industria al uso. En los últimos años hemos asistido en parte
al “todo vale”: cualquier persona con dinero, sin idea de vino, se le daba por
montar una bodega de albariño, y esos son los proyectos que están fracasando
ahora porque detrás no hay nada que transmitir. La bodega es una forma de vida,
tiene un componente sentimental y eso se transmite si lo vives, el cliente lo
percibe y lo valora. Por lo demás la denominación tiene recorrido porque está
avalada por su calidad. Cuando viajas fuera es donde lo notas: a cualquier
exportador que le dices que lo que le presentas es un Rías Baixas se para,
atiende, sabe al momento que le estás ofreciendo vino de prestigio y eso le
interesa.
Dicen que muchas bodegas están llenas de vino que no logran
colocar en el mercado. ¿Cómo está la suya en estos momentos?
Bien.
El secreto está siendo el crecer poco a poco. El error de algunas bodegas ha
sido procesar toda la uva que le cupiera y llenarse hasta los topes pensando
que luego iban a vender todo de por sí. En nuestras instalaciones tenemos
capacidad para 200.000 litros, pero no pensamos para nada en esa cifra, estamos
elaborando 75.000 porque sabemos que es lo que podemos vender de manera real en
el mercado por el momento.
Robustiano Fariña observa su blanco Attis en copa |
Es
difícil, pero estamos trabajando en ello, conscientes de que es un objetivo
ambicioso. Lo primero ha sido solicitar al Craega, que es el organismo público
que regula la producción ecológica, el ser admitidos para conseguir el sello de
“ecológico”. Son necesarios tres años de control por parte de este organismo y nosotros
estamos en el primero: ello implica que no podemos utilizar productos
sistémicos, que sólo tenemos que emplear abonos orgánicos, recurrir al
compostaje de plantas, a insecticidas naturales como el agua de ortigas para
contrarrestar los ataques de polilla... Sabemos que en nuestra zona con el
clima que tenemos es complicado producir bajo criterios ecológicos pero es un
reto, ya veremos si al final somos capaces o no.
Otra de sus apuestas es atreverse con los tintos Rías Baixas.
Sí,
acabamos de sacar al mercado nuestra primera cosecha, muy limitada, son 3.000
botellas de tinto caíño, espadeiro y sousón, los tres monovarietales.
Muy
bien, tanto que está ya todo comprometido.
¿Le ve potencial al tinto Rías Baixas?
Attis debe su nombre a la mitología griega |
En
viticultores de la zona, en Ribadumia, Castrelo, aquí en Meaño, pero hay muy
poco, muchas son cepas que están dentro de viñas que tienen otras variedades.
¿Se plantea incrementar la producción de tintos?
¿Se plantea incrementar la producción de tintos?
Lo
que nos planteamos es apostar por todas las diferentes variedades propias de
aquí para comprobar su potencial, las tintas incluidas, pero por el momento
estamos más centrados en el albariño.
¿Se ha planteado experimentar con un espumoso?
No
creo que sea buena idea. A los espumosos Rías Baixas les veo difícil competir
con el cava, el nuestro va a salir siempre mucho más caro.
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