sábado, 28 de enero de 2017

conversas.com 
Maximino Crespo González
Saxofonista meañés

A punto de cumplir los 92 años esta pasada semana fallecía, a causa de una fatídica caída en su domicilio, Maximino Crespo, saxofonista y último exponente de toda una generación de músicos, y al que la que cabía además el mérito de ser la persona de más edad de la localidad de Meaño. En plena posguerra la música había sido un medio para sacar adelante a los suyos. La banda de Meaño, formaciones de charanga y alboradas, y luego el mundo de la orquesta, cualquier formación era buena para salir a flote en unos años duros. El Gran Hotel de A Toxa fue el escenario de sus últimos años de saxofonista con casi los 77 cumplidos. De su mente y su voz salieron algunos de los recuerdos del Meaño que relatamos desde nuestro particular Ventanuco. Por ello traemos hoy a esta sección una entrevista que nos concedía apenas unos días antes de fallecer y que publicamos a modo de homenaje póstumo.

“EN LA POSGUERRA ÍBAMOS ANDANDO O EN BICICLETA HASTA DONDE TENÍAMOS QUE TOCAR”

Maximino Crespo en su casa hace unos días con motivo de la entrevista
Foto Iñaki Abella
Es usted el músico de más edad vivo de la antigua Banda de Música de Meaño. ¿Cómo empezó su pasión por la música?
Me inicie a los 18 años, estudiándola con Roberto Doce, que era maestro, contable, tesorero… y hasta fue director de la banda por aquellos años. Pero aunque todos me identifican con el saxofón, en realidad, mi primer instrumento fue el clarinete, que fue lo que toqué durante los aproximadamente 15 años que estuve en la banda.
Usted tenía once años cuando estalló la Guerra Civil. ¿Que recuerdo tiene de aquel inicio de adolescencia marcado por el conflicto armado?
En Meaño la guerra apenas la sentimos, a no ser por alguna gente que sí estuvo perseguida. Mi único recuerdo fue que en 1939, recién acabada la guerra, mi madre me mandó a oir una al San Benito de Lores. En la ermita me senté al lado de un soldado, con uniforme y todo, recién llegado de la guerra. Y cuando regresé a casa tenía el cuerpo todo lleno de pulgas que me pegara el soldado... Figúrate como lo debieron pasar.
Volviendo a la música: ¿cómo eran aquellas clases de música con Roberto Doce?
Muy exigentes… ¡Tenía un carácter! Hasta había ocasiones en que debía irme sin dar la lección por el cabreo que se cogía.
Recuerda cuánto le costó su primer clarinete?
Lo compré de segunda mano y me costó 50 duros (1,50 euros al cambio de hoy). Era un clarinete de 16 llaves.

Captado por la cámara de Iñaki Abella bailando con su esposa Escolástica
 en las ruinas del baile de Otero, con motivo de uno de nuestres reportajes
¿Por qué se cambió al saxo?
Porque tenía un vecino aquí en Meaño, que era Amancio García, que tocaba el clarinete, el saxo y el violín… Era un músico excelente. Fue escuchándolo a él tocar que el saxo me encandiló para siempre. Cuando me pasé al mundo de la orquesta ya fue para siempre mi instrumento.
Supongo que recuerda aquel primer saxo.
Sí, era un Bucher norteamericano, un saxo alto que me envió mi padre desde Argentina, porque él estaba emigrado para allá. Luego me compré un saxo tenor de segunda mano… Me costó más el arreglo que el saxo en sí, pero me quedó nuevo.
¿Cómo era aquella banda con la que usted tocaba en los años de posguerra?
Era una formación de unos treinta músicos. Vestíamos traje azul y gorra con visera plateada. Tocábamos por toda la comarca: en el San Tomé de Gondar, el San Juan de O Santo, en As Cabezas en Armenteira, en Combarro… Todos ellos, lugares a los que teníamos que ir andando o en bicicleta, porque de aquella no había autobús y cada músico tenía que arreglárselas por su cuenta para llegar y luego volver. Durante años me desplacé a tocar en una vieja bicicleta de segunda mano que pude comprarme con las primeras pesetas que gané en la banda.

En las ruinas del salón de baile de Otero en Meaño. Nuestro protagonista fue el último de una generación de músicos de la posguerra

¿Cuánto cobraba por actuación un músico de la banda por aquellos años 40?
Al repartir tocaba unas 20 o 30 pesetas (entre 12 y 18 céntimos de euros hoy), ¡que eso era dinero entonces!. Cierto que en algunos lugares nos pagaban más, caso de Combarro, a donde todas queríamos ir porque allí nos pagaban la actuación a 50 pesetas por cabeza y, además, si la completábamos tocándole una serenata a Don Bernardino López éste nos premiaba con 5 pesetas más por barba. Y por aquellos años no se ganaban sueldos como lo que nos pagaban en Combarro.
¿Cuál era el sueldo diario de un obrero por entonces?
Calculo que unas 15 pesetas al día.
¿Qué directores de banda recuerda de sus años en Meaño?
Yo empecé a tocar con Daniel González, pero también lo hice bajo la batuta de Roberto Doce, Eliseo Lopo y Andrés Blanco Rebornecho.
¿De alguno guarda especial recuerdo?
Como persona, de Eliseo Lopo, con él hasta salimos algo en autobús a Riveira, Carreira y Palmeira, pero el directo más competente como músico era Rebornecho.
¿La música daba para vivir en la posguerra?
Con la música y el trabajo en el campo compré fincas y saqué adelante a la familia. Aparte de la banda algunos ganábamos algo de cuartos con otras formaciones a modo de charanga con las íbamos allí donde nos llamaban. Con una de ellas recuerdo haber ido a los carnavales de Verín, donde tocamos cuatro días en el baile del Café-Bar Aurora, a razón de 30 pesetas por actuación. Me cansé de tocar porque el trompeta se hizo el enfermo y el otro saxofonista no tocaba nada… y todo el peso recayó en mí.

En la orquesta Columbia, Maximino Crespo, arriba, segundo por la izquierda
Y luego llegó el mundo de la orquesta.
Sí, a finales de los 50 dejé la banda y me metí en la orquesta. Lo hicimos varios… porque se ganaba más dinero. Durante unos años compaginamos banda y orquesta, pero luego Roberto Doce, que era tesorero y director, se opuso y nos acabamos yendo. Recuerdo que en una fiesta de Santa Cecilia, en la que la banda tocaba al salir de misa cerca del pozo de A Canle, tan nervioso estaba por el tema de la expulsión, que no asentó bien la tarima y se cayó de ella mientras dirigía… ¡Casi se parte la cabeza!
¿Fue el mundo de las orquestas el que significó la puntilla para la desaparición de aquella banda de Meaño en los años 60?
Las orquestas y la emigración a América que en los años 60. La emigración se llevó a mucha gente de Meaño, mismo yo probé unos meses.
No me diga que se acabó yéndose a América...
Sí, me fui a Argentina porque allí estaba mi padre. Aguanté ocho meses y me vine de vuelta, aquello no era para mí.

Integrando la Orquesta Melodías, de pie en centro de la imagen
¿En qué orquestas fue saxofonista?
La última fue en la Melodías, pero antes estuve en la Victoria, en la Columbia, en la Ritmo…
¿Cuál de ellas tuvo más tirón?
Con la Ritmo tuvimos muchas actuaciones… Contábamos con un vocalista de Vilagarcía que se llamaba Cadalda, era muy bueno y tenía mucho tirón.
Sus últimas actuaciones las protagonizó en el Gran Hotel de A Toxa.
Sí, allí toqué durante mis últimos años. Éramos una pequeña formación de amigos que actuábamos en él los casi todos los sábados contratados por el Gran Hotel para amenizar, bodas, comidas y picoteos. Los pasábamos muy bien: tocábamos, comíamos… Para nosotros era un entretenimiento, y nos pagaban bien. Mis hijos acabaron por convencerme para dejarlo por la edad… Yo debía tener unos 77 años, pero por mí aún quería seguir.

Era fiel seguido del Festival de Bandas de Meaño
Tiene tres nietos y los tres también tocan el saxofón.
La verdad es que sí, los tres acabaron tocando el saxo, supongo que indirectamente les influyó que el abuelo también lo tocara. A Manolo, el mayor, aún le enseñé yo algo y tocábamos juntos algunas lecciones.
¿Nunca actuó con ellos?
En público no, pero sí alguna vez tenemos tocado algo juntos aquí en casa.
¿Aún coge hoy el saxo?
Ahora apenas. La última vez fue el día de Santa Cecilia de este año que acaba de pasar, aquí en casa… pero aunque sí me acuerdo de las posiciones ya no era capaz de tocar aquellas canciones... Los años no perdonan. Pero echando la vista atrás, y con todo lo que he tocado, creo que quedé como buen saxofonista.



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