sábado, 6 de enero de 2018

Tras unos años a la baja la viña de albariña parece a volver ser rentable dado el ligero repunte de precios de la uva. Ello está coincidiendo en el tiempo con el inicio de un relevo generacional que parece poner en el alero la continuidad de muchas explotaciones. El alquiler es una de las alternativas que los propietarios empiezan a barajar al entender que sus viñas siguen siendo todavía un activo.  Así, unos viñedos que hace unos años prácticamente se regalaban para que continuaran siendo trabajadas, hoy parecen emerger en valor.

“SE BUSCAN VIÑAS DE ALBARIÑO PARA ALQUILAR”

El joven de Dena Alberto Muñiz explota 12 hectareas en alquiler. Foto: Iñaki Abella
Es uno de los anuncios que se repiten este otoño-invierno. El repunte de los precios de la uva en las últimas cosechas, el relevo generacional y la crisis económica, son los tres motivos que explican una modalidad creciente como es el alquiler de explotaciones. El otoño es el momento propicio para cerrar los contratos, mismo antes de acometer las labores de poda que se ya han empezado a realizarse en diversos viñedos.
“Lo normal es que los contratos de alquiler se cierren ahora -explica Manuel Moldes, bodeguero, a la par que arrendatario de Sanxenxo que busca viñas en régimen de alquiler-, porque es cuando el viñedo duerme y no se ha iniciado trabajo alguno en la explotación”. “Una vez que la viña esté podada -agrega-, es raro hacerse ya con una explotación. Por esta razón es ahora cuando me muevo más en busca de viñas, sobre todo en la zona de Sanxenxo y Meaño, para disponer luego de más uva en bodega”. Y es que a sus 39 años nuestro protagonista ha apostado desde hace un tiempo por su proyecto vitivinícola familiar de la mano de su firma “Bodegas Fulcro”.

Por su parte Alberto Muñiz, a sus 26 años, ha convertido su pasión por el viñedo en profesión. Miembro de una conocida familia hostelera de Dena, este joven, que disponía de 1,5 hectáreas de viñedo en propiedad, ha apostado por la modalidad del alquiler para hacerse con más superficie hasta el punto de que hoy explota un total de 12 hectáreas situadas en Dena, Padrenda, Ribadumia, Barro, Padrenda o A Vichona entre otros lugares, “y todavía busco más” reconoce. En su caso él es sólo viticultor, y vende la uva a tres bodegas de la comarca.

Alberto Muñiz parreando sus viñas. Foto: Iñaki Abella
“Es un trabajo como otro cualquiera -apunta-, que me exige dedicación plena de lunes a sábado, e incluso algunas veces los domingos, pero que también me brinda cierta autonomía, lo cual se agradece”. “Yo hago todo el laboreo: podo, parreo, y con un tractor, freso, sulfato… Sólo tengo necesidad de contratar personal para alguna tarea específica como desnetar el viñedo y la vendimia”.
Otros han optado por el alquiler como una salida a la crisis. Es el caso de  Baldomero Meis, vecino de Altamira (Dena) que, a sus 52 años, se ha decantado por esta vía. “Fue hace un tiempo -explica- en que, con la crisis, no había trabajo, y entonces me decanté por dedicarme al viñedo”. En la actualidad explota tres hectáreas y busca más “porque con esta poca superficie gano lo mínimo”. Meis nos da otra de las claves del aumento del alquiler: “detrás está también el tema de las subvenciones, porque la administración las ofrece para jóvenes viticultores, y hay gente de menos de 25 años que están cogiendo viñas en alquiler a su nombre, con el objeto de ingresar la subvención cuando luego, en realidad, son sus padres u otros los que, en la práctica, laborean el viñedo”.

Demanda al alza
Parra de viñedo de albariño en época estival
Todos coinciden en que las viñas en alquiler están siendo esta temporada más demandas que nunca. “Hace unos años -explica Victoria Dovalo, arrendataria y bodeguera meañesa-, nadie las quería, porque los precios de la uva cayeran tanto que la actividad había dejado de ser rentable. Entonces era fácil hacerse con viñedos, incluso te las ofrecían con coste cero, con tal de ver sus viñas trabajadas. Pero ahora, con el repunte de precios en las última cosechas, el alquiler ha cobrado fuerza y cada vez más los arrendatarios están llegando al sector”.
La modalidad del alquiler de pequeñas explotaciones familiares de viñas de albariño empieza a plantearse como la alternativa al relevo generacional. “Algunos propietarios que plantaron sus viñas en los años 80 -apunta Manuel Moldes-, o que las heredaron de sus padres, tienen hoy 70 años o más, y ya no pueden seguir trabajando las viñas, ni sus hijos, con otros empleos, tienen tiempo o simplemente no quieren dedicarse. Al entender que sus viñas pueden seguir siendo un activo buscan la modalidad del alquiler, no sólo por lo que puede suponerle en el plano económico, sino porque les gusta ver que sus viñas de siempre siguen siendo trabajadas”.

Cotización
¿Cómo se cotiza el alquiler de viñas en el momento actual? Los arrendatarios consultados estiman que, en función de la extensión, la calidad del terreno y la duración en el tiempo, el mercado está pagando entre un 15 y un 25 por ciento del valor de la uva recolectada. Esto significa que en el caso de un ferrado de viñedo, cuya producción tope fijada por el Consello Regulador es de 750 kilos, el propietario podría recibir una renta anual de entre 153 y 280 euros al año, si el precio de uva ronda el 1,50 euros por kilo.

Parra de viña de albariño recién podada
La modalidad varía según el propietario. “Los hay que prefieren cobrar una renta fija  cada año -explica Alberto Muñiz-, otros un porcentaje del valor de la cosecha… Sea como fue yo prefiero la modalidad porcentual porque te cubre ante posibles fluctuaciones de las producciones según los años”. En cuanto al tiempo, admiten que “depende de las condiciones, porque cada propietario es un mundo -apunta Manuel Moldes-, yo tengo desde contratos a largo plazo hasta otros que son año año”, si bien todos coinciden en que, lo ideal para el arrendatario, “es cerrar un contrato a 10 años ó más, porque es lo que puede darte cierta estabilidad”. Baldomero Meis entiende que, en su caso, “lo mínimo deberían ser cinco, aunque después va a depender en cada caso de las circunstancias”.
La competencia entre arrendatarios redunda en los precios. “Ello ajusta mucho los márgenes de ganancia -explica Victoria Dovalo-, si bien en mi caso recolecto la uva para nuestra propia bodega, por lo que, si no ganas en la uva, puede que lo hagas luego en la comercialización del vino”, situación ésta, en la que también se halla Manuel Moldes que comparte esa condición de bodeguero.
Sin embargo, los que únicamente comercializan con la uva están condicionados por el precio de ésta. “Una viña en alquiler -explica Alberto Muñiz- empieza a ser rentable para el arrendatario que vende la uva, siempre que su precio no baje de 1,30-1,50 euros el kilo. Por debajo, la ganancia que te queda es ya muy pequeña”. Baldomero Meis rebaja ese precio hasta el 1,20 euro por kilo “pero a los de 60 céntimos que se llegó a pagar hace unos, la viña del todo inviable, mismo ya para el propio viticultor-propietario, que perdía dinero”.

Más rentable hace unos años
Añadir leyenda
Más suerte tuvieron los que suscribieron acuerdos de larga duración en el momento con la uva a precios más bajos cerrando contratos por 25 años a cambio de un 5 o 10 por ciento del valor de la cosecha, o de un fijo muy económico entonces. “No son los tiempos de antes -añade Alberto Muñiz-, en que los contratos iban muy bajos, hoy están subiendo pero, en mi caso, con tanta superficie, me da para ir tirando y, cuando menos, puedo ir viviendo de la viticultura”. “Cierto que es mucho trabajo para el cuerpo -advierte-, pese a lo cual lo llevo bien porque el viñedo es algo que me apasiona desde siempre”.
Eso sí, todos nuestros protagonistas coinciden en buscar viñas legales, dadas de alta en el Consello Regulador para que no supongan obstáculo alguno a la hora de la comercialización. Y una excepción, la de Manuel Moldes que pretende también viñedos de tinto Rías Baixas “sobre todo caíño, espadeiro y loureiro, porque hay poco y está muy buscado”. Y es que desde sus Bodegas Fulcro, a su producción anual de 20.000 botellas de albariño, suma 1.500 litros de tinto Rías Baixas con tres añadas que se están criando en bodega, y de cuyo potencial en el mercado está plenamente convencido. Un Moldes que, entiende, que la modalidad del alquiler “va a marcar un punto de inflexión en la explotación del viñedo en la comarca de O Salnés, si no lo está haciendo ya”.


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