domingo, 12 de agosto de 2018


El palomar del iglesario de Padrenda, ruinoso
La caída de número de clérigos está propiciando que en muchas parroquias los bienes patrimoniales de la Iglesia estén quedando en una alarmante situación de abandono. En el municipio de Meaño, como en otros de la Galicia rural, varias casas rectorales, hórreos históricos e incluso palomares, permanecen semiderruidos a expensas de una vegetación que se adueña de ellos. En algunos casos la rigidez de la institución eclesiástica no hace sino dificultar la recuperación de este patrimonio. Tan sólo en alguna parroquia, merced a la labor altruista del párroco, se afrontaron labores de rehabilitación para salvar las viejas casonas.
Fotos: Iñaki Abella

LAS RECTORALES SE DERRUMBAN EN MEAÑO


Estado ruinoso de la rectoral de Padrenda
La localidad de Padrenda alberga un potentado iglesario, de los más extensos de la comarca saliniense, no vano cuenta con una superficie de 55.123 m2 (5,5 hectáreas). Hace algo más de 30 años la finca en cuestión acabó siendo cedida en arriendo a un vecino de la comarca, que acabó plantando viña albariña y lo explota desde entonces, pagando, según contrato, una tasa anual al arzobispado de Santiago. Algunas feligresas, cuando se les pregunta a la salida de la misa dominical, lamentan que en la parroquia no se haya invertido  dinero alguno en todo este tiempo, “y eso que hace años -explica una de ellas- viajó una comisión vecinal a Santiago con el párroco, y allí se les prometió que una parte de esa renta de arriendo se destinaría a mejoras en la parroquia, pero desde esa en Padrenda no hemos visto un solo euro” lamenta.
Mientras tanto, la vieja casa rectoral en planta en L, y que data del año 1796 según la inscripción del dintel de entrada, permanece en estado ruinoso, con el interior de madera a punto de precipitarse. Como muchas de estas casonas, albergaba en la planta baja una bodega y cuadras de animales -dado que en el pasado también se criaban animales- sostenidas por robustas vigas de madera. A ello se añade en el exterior de la finca un monumental hórreo más un viejo palomar, éste sin cubierta ya, con la parte de la pared caída, y donde la hiedra invade todo a pasos agigantados.


Interior de la rectoral de Padrenda
No sólo en la vieja la rectoral. El abandono empieza a percibirse también en la propia iglesia. En la noche de Reyes de este año unos ladrones intentaron forzar la puerta de acceso al templo, sin lograrlo. En abril volvió a repetirse la acción. Desde entonces la puerta se cierra de forma rústica, con una cadena más candado dispuesto por el párroco.
Padrenda no cuenta con cura sacerdote propio, desde que a finales de los años 70 falleciera el último que vivió en la rectoral, Joaquín Rey Vilas. Actualmente es el cura de Armenteira el que baja a oficiar la misa dominical, pero ni desde la Iglesia ni desde el vecindario se ha impulsado iniciativa alguna para tratar de salvar la vieja casona y sus dependencias anexas del derrumbe.

Rectoral de Xil
Rectoral de Xil, invadida por la vegetación
También en estado ruinoso permanece la rectoral de la parroquia meañesa de Xil, que se viene literalmente abajo desde que dejara de ser habitada a inicios de los 90 por José Cornes, último cura de la parroquia. En su caso se trata de una casona que remonta su construcción al año 1835, al poco de la muerte de Fernando VII, último rey absolutista de España. La rectoral, también en estado ruinoso -no se puede caminar por el suelo de madera que, muy apolillado, amenaza con precipitarse-, y filtra la lluvia por un tejado destartalado. Ante el abandono, ha sufrido hasta en tres ocasiones la visita de “los amigos de lo ajeno”, que perpetraron robos en el interior, el último, el de ocho hojas de ventana de aluminio que los vecinos le habían colocado hace unos años, huecos de pared que ahora están cerrados con chapas de metal.

Hórreo ruinoso del iglesario de la parroquia de Xil
José Manuel Chaves, veterano representante de la parroquia en el Consejo Rectoral, explica la situación: “disponíamos de 27.000 euros y hace tres años teníamos ya apalabrado con un constructor el dotar la rectoral de un nuevo tejado, que la primera urgencia para evitar que el lluvia siguiera carcomiendo la madera, pero el arzobispado Santiago se negó”. “A ello -agrega otro vecino conocedor de la situación- cabe sumar que el arzobispado tiene en su haber 24.000 euros que en su día pagó el concello por la compra de un terreno a la iglesia”. Pese a ello la rectoral, más un hórreo anexo, dispuesto al mediodía de la finca, y que están catalogados por Patrimonio -el concello tuvo de solicitar autorización a éste para reconstruir el pabellón de Xil por su cercanía al conjunto-, permanecen ruinosos y amenazaban con venirse literalmente al suelo.
Al estado de la vieja rectoral, añade Xil el de su iglesia, que filtra humedad por la parte del campanario. “No es fácil subsanarlo -apunta uno de los vecinos vinculado a la parroquia, habrá que intentarlo desde adentro, porque desde fuera Santiago no nos deja tocarlo, la postura del arzobispado en Xil es de ni come ni deja comer”, refiere con sorna. Estado similar amenaza a la vieja rectoral de Cobas.

La rectoral de Meaño perdió una gran ocasión
Meaño y la ocasión perdida
También acuciado por el abandono se halla la casa rectoral de Meaño, si bien en su caso una intervención vecinal en 1995, impulsada por el párroco José Soneira, logró evitar entonces el derrumbe de una casona que data de año 1791, si bien una parte más antigua remontaría su origen varios siglos más atrás. La vieja rectoral fue quedando relegada en los años 80, conforme avanzó la edad del último cura párroco que vivió en ella, Desiderio Dovalo (1889-1990). Un sacerdote éste que dejó almacenado en el suelo de una de las estancias uno de los grandes tesoros culturales de Meaño, una hemeroteca con más de 12.000 ejemplares de periódicos -en su mayoría Faro de Vigo, del que era asiduo lector-, y que rescató poco después la asociación GAM salvándolo de la pila de fuego a la que estaba destinado tras la muerte de párroco, colección que hoy alberga el concello en el Pazo de Lis.

Hórreo de seis claros del iglesario de Meaño en restado ruinoso
En este caso, para salvar a vieja casona el arzobispado de Santiago accedió en aquella ocasión -por gestión del nuevo párroco José Soneira que compaginó Meaño con Dena- a vender en subasta pública la finca de “A Vispeira”, propiedad de la Iglesia. La operación le reportó 18.000 euros que, unido a fondos parroquiales y al dinero aportado por los vecinos, permitió invertir un total de 36.000 euros para salvar una rectoral que se estaba cayendo, dotándola cuando menos de un nuevo tejado y placas de hormigón para apuntalar la estructura. Donde sí no se actuó fue en el viejo y monumental hórreo de seis claros situado dentro del iglesario que ha empezado a caerse en los últimos años. No hubo dinero para más. La única actuación a mayores en este iglesario fue la construcción de unos baños exteriores que financió el concello en 2003.

Entrada a la rectoral de Meaño
Eso sí, la casona tuvo su gran ocasión de mejora. Fue en  2010 cuando el concello presidido entonces por Jorge Domínguez, ofrecía restaurar por completo toda la vieja rectoral y asumir un arriendo de la misma en base a una renta anual de 10.000 euros, por un plazo de tiempo que rondaría los 30-40 años, período durante el cual se iría incrementando la renta en función de la subida anual del IPC. La idea respondía a un proyecto de recuperar la vieja construcción para su conversión en posada-hospedaje rural, con un pequeño restaurante y sala de exposiciones. El proyecto contemplaba también habilitar en la rectoral una estancia a modo de despacho privado para el sacerdote que atendiera la parroquia. Además, a mayores, el ayuntamiento estaba dispuesto a asumir los costes de empedrar el frente del atrio, entre la iglesia románica y un auditorio que se pretendía construir para dar continuidad estética al conjunto.

Y es que también por esas fechas el ayuntamiento ofertaba al arzobispado de Santiago 100.000 euros por la compra de 2.000 m2 de este iglesario -con más de 15.000 m2 de superficie- para construir en esa parcela el ansiado auditorio. Pero ningun opción, cristalizó. Las relaciones tirantes entonces entre la tesorería del arzobispado de Santiago, con Crisanto Rial al frente, y el entonces regidor meañés no ayudaron a ello. 


Rectorales salvadas
Interior recuperado de la rectoral de Lores
Algunas rectorales hoy más nuevas -pero de menor importancia histórica-, como las de Simes y Dena pudieron mantenerse en pie. En Simes la rectoral estaba derruida en 1970 cuando llegó a la parroquia el nuevo sacerdote -hoy fallecido- José Rial, quien durante un año y medio vivió por esa razón en casa de un vecino. En Simes los feligreses se organizaron y en ese plazo de tiempo habían reconstruido la casa del párroco para que se estableciera en ella.
Dena tiene la rectoral más modesta, una pequeña vivienda al pie de carretera en la calle Santa Lucía, en las inmediaciones de la iglesia. Aunque reunía ya condiciones aceptables de habitabilidad, los vecinos impulsaron una mejora a finales de los 90.
Pero, sin duda, la intervención más generosa la acometió recientemente en Lores el cura párroco José Manuel Taibo -sacerdote de Noalla que también asume las parroquias de Meaño y Lores-, y que ha evitado el derrumbe de una monumental casona renacentista que es la más antigua del municipio, por cuanto data el año 1465. Distribuida en tres niveles, está considerada de las mejores rectorales de toda la comarca saliniense.


La rectoral de Lores es el mejor ejempo de recuperación en Meaño
En la reforma, la parte pública, con el despacho del párroco, se ha concebido a modo de pequeño museo parroquial con sacras litúrgicas y un ropero acristalado que alberga casullas de sacerdote que datan del siglo XVII. La casona se completa con bodega, salones, dos cocinas -una de ellas ya restaurada con lareira y al modo de la cocina labriega- más un patio interior con olivos centenarios y hornacinas en las paredes, que eran antiguos ponederos de huevos de un viejo gallinero. El patio se halla jalonado también con viejos garrafones de cristal en los que llegaba el aceite de San Benito en los años 30 de siglo XX. Una reforma que aún continúa en la última planta, y que es un modelo a imitar. Pero para ello se precisa del compromiso de vecinos e Iglesia, de lo contrario todo este patrimonio está destinado a la desaparición.



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