domingo, 18 de agosto de 2013

conversas.com
Julián del Caño Abad
Agente jubilado de Extensión Agraria


Nunca es tarde si la dicha es buena. Al agente de Extensión Agraria Julián del Caño Abad, jubilado hace ya 13 años, le ha llegado por fin este verano un doble y merecido homenaje: el de los bodegueros del Viño de Autor en Meaño y el de la Festa del Albariño de Cambados. Nacido en Madrid hace 78 años Julián del Caño eligió Galicia para desempeñar su función como agente de Extensión Agraria. En 1970, bajo su dirección, se abrió la oficina de Sanxenxo que tenía también a Meaño y, por extensión, a O Salnés como ámbito de actuación. Él fue el hombre tranquilo. Su labor ha sido siempre reconocida por agricultores y pequeños bodegueros, muchos de los cuales le deben a él sus primeras pautas técnicas para profesionalizarse en el sector. A través de charlas, cursos, divulgaciones y libros su conocimiento llegó no sólo a los agricultores, que empezaban a apostar a finales de los 70 e inicios de los 80 por el albariño cuando todavía no existía consello regulador o su alumbramiento estaba en marcha, sino incluso a los centros escolares donde promovió clases e iniciativas agrícolas. A él se debe además la introducción del cultivo de la fresa y la técnica de los invernaderos en O Salnés.

“DE AQUELLA HABÍA DOS VINOS, EL CATALÁN Y EL ALBARIÑO, Y EL CATALÁN ERA EL MEJOR”


Julián del Caño en su casa de Sanxenxo 
  - ¿Cómo acaba un madrileño de origen descubriéndonos precisamente a nosotros el mundo del albariño?
     -       Cuando concursé, la última fase de la oposición como técnico de Extensión Agraria era hacer prácticas en una agencia durante dos meses. Yo entonces pedí como destino Galicia y me enviaron a Betanzos. Allí conocí a la hoy es mi mujer Olga, y así Galicia ya me enganchó para siempre, de aquí no me moveré nunca. Luego estuve dos años a Villalba, siete en Becerreá y, finalmente, en 1970 me asignaron para abrir y dirigir una agencia en Sanxenxo. El estudio de esta zona de O Salnés mostraba que aquí viticultura y huerta eran los sectores de mayor interés. En principio trabajé solo, junto con una administrativa, y promoví mucho la introducción de la fresa y la técnica de los invernaderos que aquí no se conocían, incluso organicé excursiones a Almería para que la gente los viese y hablase con sus propietarios. Pero al cabo de un tiempo me asignaron un compañero, José Carlos Porto, y decidimos entonces dividirnos el trabajo: yo no quería la viticultura porque no la dominaba y prefería la huerta, pero él tampoco la quería. Y aunque yo podía imponer mi condición de jefe de la agencia y asignarle la viticultura al final decidí quedármela yo a contra gusto…
-       No me diga.
-       Sí, y cuando me metí en este mundo descubrí que era maravilloso. Ahí empecé a formarme, investigar, escribir hojas divulgadoras, impartir cursos, no solo por parroquias sino hasta por barrios, y descubrí que a la gente de aquí, que era muy difícil de reunir, cuando le hablabas de uva y de vino acudía en gran número, tal era el interés. Luego vinieron algunos libros que publiqué… fue todo muy gratificante.
-       Meaño y Cambados le brindaban hace unos días sendos homenajes en su Encontro co Viño de Autor y su Festa do Albariño. ¿Qué suponen para usted estos reconocimientos?
-       Me encuentro por una parte sorprendido y por otra, lógicamente, encantado con ellos. Sorprendido porque hace ya trece años que dejé trabajar al jubilarme y, cuando ha pasado todo ese tiempo y aún se acuerden de uno, la verdad es que se agradece. Pero lo que más me gratifica es el cariño de la gente, que los agricultores, que fueron los quienes movieron todo para estos homenajes, aún se acuerdan de mí y de mi trabajo con ellos, y no sólo aquí sino también en Becerreá cuando tengo ido por allá, es algo que me reconforta mucho.
-       ¿Cómo eran aquellos primeros albariños que usted conoció en los años 70 cuando llegó aquí?
-       Cuando llegué aquí había dos vinos blancos: el catalán y el albariño, Y, por lo general, era mejor el catalán, el albariño era muchas veces un vino turbio, con excesiva acidez… sólo muy de cuando en cuando aparecía uno bueno. Y esos buenos fueron los que luego se tomaron como referencia, se empezaron a investigar y analizar para basar sobre ellos los parámetros que debía tener un buen albariño: su grado de acidez, de azúcar, de alcohol…   
Uva albariño madura en el momento previo a la recolección
-  ¿Cuál diría usted que es la característica fundamental que identifica un buen albariño?
-       Lo fundamental es el aroma. Recuerdo que un año fui catador en la fiesta del albariño de Cambados y de aquella se hacían dos catas: una “cata prima”, a la que concurrían en aquella edición 84 vinos, y en la que había que seleccionar los 12 caldos para la otra, que era la “cata final”. Aquel año sólo disponíamos de un día para hacer esa “cata prima” porque había allí catadores catalanes, asturianos, estaba una enóloga muy famosa que era Isabel Mijares… y no podían quedarse más tiempo. Y lo que hicimos entonces fue elegir los doce finalistas exclusivamente por el aroma, figúrate pues si es importante.
-       En su investigación supongo que también experimentó elaborando vino ¿o no?
-       Sí, recuerdo que a inicios de los 80, que fue cuando empecé todo esto, organizaba un concurso en Nantes: en una categoría se premiaba el racimo más grande de albariño y en otra el que mayor graduación. Un año trajeron tantos que recuerdo que decidí no tirar la uva que quedaba allí y se me ocurrió hacer por primera vez un poco de vino albariño… y reconozco que me salió bastante bien (risas). A partir de ahí seguí experimentando y en una pequeña finca en la huerta de casa planté algo de tinto, de catalán y albariño para probar y disponer para consumo propio. Después compré una finca en Nantes, ésta ya pensando más en obtener un rendimiento, y que luego incrementé hasta los 6.500 m2. Es una parcela que está en la cooperativa Martín Códax. Antes la trabajábamos en la familia pero que hoy se encarga ya Martín Códax, nosotros sólo vendimiamos y llevamos la uva.
-       A usted le cabe además el honor de haber sido la primera persona que publicó un libro técnico sobre el albariño.
-       Sí, fue en 1984 y se titulaba “El albariño, producción y elaboración”. Luego vinieron dos más, e incluso tengo escrita una última edición más completa y actualizada que mi mujer quiere que publique, pero que yo ya no, porque a estas alturas, cuando ya se ha escrito tanto, carece de sentido. Escribí aquellos libros porque me lo pidieron, yo no cobré un duro, los publicó la Xunta y Caixanova, y se distribuyeron de forma gratuita, por eso tal vez tuvieron tanta difusión entre la gente, pero supongo que ayudaron a la formación de muchos. Por cierto, el otro día me encontré en internet una persona que tenía un ejemplar  de estos a la venta y pedía cuatro euros por él (risas).
-       Con sus charlas, cursos y publicaciones usted contribuyó a modernizar el sector. ¿De qué innovaciones empezaba a hablarles de aquélla a los bodegueros?
-       Recuerdo de forma especial la fermentación maleoláctica, una palabra que hoy todos asimilada pero que de aquélla les resultaba extrañísima. Se trata de una segunda fermentación para bajarle el grado de acidez al vino. Yo tenía en la agencia un pequeño laboratorio, porque de aquella no había, y me venía la gente con sus vinos: “mire don Julián -me decían-, verá, e que non me fai a maleoláctica”. Yo les analizaba el vino… y, ¡8 de acidez!, así era imposible. Entonces les recomendaba calentar la bodega porque esa fermentación se favorece cuando el vino está a más de 18 o 20 grados, hay quien metía hasta una estufa en ella. También les empezaba a hablar de la importancia de las instalaciones porque para la primera fermentación, en cambio, se precisaba enfriar el vino, y ahí les incidía en las cubas de acero, por cuanto la madera, que era lo que empleaban, es un buen aislante y resulta difícil moldear la temperatura al vino que hay dentro.    
Con el presidente del Consello Regulador en Meaño
Hablando del momento actual y desde su conocimiento técnico. El gobierno tiene ahí en marcha una ley que mete al vino dentro de los alcoholes. ¿Qué opinión le merece?
-       Mal, muy mal, porque el vino es un alimento, su consumo moderado está incluso hasta recomendado por médicos y cardiólogos por los beneficios que aporta para la salud.
-       Dentro del sector ¿estamos asistiendo a una etapa, no de uso, sino de abuso de fitosanitarios?
-       En Galicia, con las condiciones climáticas que tiene, es impensable concebir en un vino ecológico, la uva no puede desarrollarse sin tratar con fitosanitarios porque tenemos una plaga terrible que es el mildiu y que obliga a tratamientos frecuentes. Si no lo hiciéramos a lo mejor tendríamos cosecha cada diez años. Lo que sí hay que hacer es que llevar un control sobre esos productos, su aplicación y respetar a rajatabla el plazo de seguridad de cada uno.
-       ¿Se está plantando albariño en exceso para lo que es el mercado?
-       Hay que tener en cuenta que este momento no se puede plantar libremente, hay que disponer de autorización y derechos de plantación que se pueden adquirir en cualquier parte de España y que obligan al arranque previo de esas cepas para plantar luego poder plantar aquí otras. El albariño es un vino de calidad como el Rioja o el Ribera del Duero, y estos vinos están defendiéndose bastante bien en este momento de crisis porque han descubierto nuevos mercados con la exportación a Estados Unidos y a Europa, y ahora apuntan ya al mercado chino.
-       ¿Es Meaño la cuna del albariño?
-       No se sabe, se hablaba de que en Padriñán, Nantes, algo de Meaño tal vez… que por ahí empezó el albariño, son teorías. Nosotros incluso hicimos un viaje a Italia para conocer una uva que llamaban allí también albariña, pero la verdad que no se parecía en nada a la nuestra.
-       ¿No cree que Meaño, siendo un concello con importante peso agrario y vitivinícola, situado además en el centro geográfico de una comarca como O Salnés, mereció haberse quedado con alguna agencia u oficina agraria o ligada al mundo del vino?
-       Sí, recuerdo que cuando se creó la agencia de Extensión Agraria en Sanxenxo había un sector que quería que en realidad esa agencia se montara en Meaño, porque era un concello más agrario. Yo mismo reconozco que aquella agencia hubiera estado mejor en Meaño, cierto que en mi caso personal prefería estar en Sanxenxo, pero esa es otra cuestión, a nivel de agricultura hubiera estado mejor planificada en Meaño. También la sede del consello regulador la querían en Cambados, en Meaño… Recuerdo que en Meaño se ofrecía incluso una casona preciosa de piedra que hay cerca del centro (en referencia al Pazo de Lis). Pero también la querían en la zona del Rosal y al final se puso la Diputación por el medio y Pontevedra pudo más y se la llevó.
-       Llevamos hablando todo durante toda la entrevista, y de hecho se habla siempre, de albariño y no de Rías Baixas. ¿Por qué la denominación de origen no adoptó ese nombre?
-       Porque a una denominación no se le puede poner de nombre una variedad de uva. La denominación de origen lo que indica es la zona geográfica donde esa uva de produce. Y ya de aquella, que había una denominación específica previa, se contemplaba la uva albariño del sur, sobre todo en la zona de O Rosal, y había que incluirla, por eso se adoptó el nombre Rías Baixas.
-       Tengo un amigo que es voluntario en Nicaragua y que se llevó cuatro cepas de albariño para plantar allí. ¿Qué le digo, tendrá uva albariña en Nicaragua?
-       Sí, puede ser. Yo mismo me llevé tres cepas para plantar delante de la casa de mi madre en Soria porque quería hacer con ellas una pequeña parra, y te digo que dan de maravilla. Esto significa que la uva albariña puede darse en muchas partes, el caso más cercano que tenemos es Portugal. Ahora bien, con esa uva de Soria, Portugal, Nicaragua llegado el caso, no se elaborará un vino Rías Baixas, ese vino sólo se puede producir en esta zona geográfica.
Julián del Caño impartió agricultura en el colegio de Dena
    - Para finalizar no quiero dejar la ocasión para recordar que usted impartió clases de agricultura en el colegio de Dena durante unos años, a razón de una sesión semanal en horario lectivo que se brindaba a alumnos de diversos cursos. Yo me cuento entre los niños que asistían a aquellas clases donde, por ejemplo, explicaba cómo plantar y cultivar fresas haciendo uso del plástico negro para aislar el suelo.
    -  Sí, recuerdo que estaba de directora Lourdes Reboiras y llegamos a montar incluso un invernadero. Todavía hay gente que me lo me lo dice y, la verdad, es que fue una experiencia entrañable y muy gratificante. Luego dejé esas clases cuando vino un director nuevo con otras ideas y que no quiso continuar aquella experiencia. Pero sí, guardo un grato recuerdo de todo aquello.


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