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Julián del Caño Abad
Nunca es tarde si la
dicha es buena. Al agente de Extensión Agraria Julián del Caño Abad, jubilado
hace ya 13 años, le ha llegado por fin este verano un doble y merecido
homenaje: el de los bodegueros del Viño de Autor en Meaño y el de la Festa del
Albariño de Cambados. Nacido en Madrid hace 78 años Julián del Caño eligió
Galicia para desempeñar su función como agente de Extensión Agraria. En 1970,
bajo su dirección, se abrió la oficina de Sanxenxo que tenía también a Meaño y,
por extensión, a O Salnés como ámbito de actuación. Él fue el hombre tranquilo.
Su labor ha sido siempre reconocida por agricultores y pequeños
bodegueros, muchos de los cuales le deben a él sus primeras pautas técnicas para
profesionalizarse en el sector. A través de charlas, cursos, divulgaciones y
libros su conocimiento llegó no sólo a los agricultores, que empezaban a
apostar a finales de los 70 e inicios de los 80 por el albariño cuando todavía
no existía consello regulador o su alumbramiento estaba en marcha, sino incluso
a los centros escolares donde promovió clases e iniciativas agrícolas. A él se
debe además la introducción del cultivo de la fresa y la técnica de los
invernaderos en O Salnés.
“DE AQUELLA HABÍA DOS VINOS, EL CATALÁN Y EL ALBARIÑO, Y EL CATALÁN ERA
EL MEJOR”
Julián del Caño en su casa de Sanxenxo |
- ¿Cómo acaba un madrileño de origen
descubriéndonos precisamente a nosotros el mundo del albariño?
-
Cuando
concursé, la última fase de la oposición como técnico de Extensión Agraria era
hacer prácticas en una agencia durante dos meses. Yo entonces pedí como destino
Galicia y me enviaron a Betanzos. Allí conocí a la hoy es mi mujer Olga, y así
Galicia ya me enganchó para siempre, de aquí no me moveré nunca. Luego estuve
dos años a Villalba, siete en Becerreá y, finalmente, en 1970 me asignaron para
abrir y dirigir una agencia en Sanxenxo. El estudio de esta zona de O Salnés
mostraba que aquí viticultura y huerta eran los sectores de mayor interés. En
principio trabajé solo, junto con una administrativa, y promoví mucho la
introducción de la fresa y la técnica de los invernaderos que aquí no se
conocían, incluso organicé excursiones a Almería para que la gente los viese y
hablase con sus propietarios. Pero al cabo de un tiempo me asignaron un
compañero, José Carlos Porto, y decidimos entonces dividirnos el trabajo: yo no
quería la viticultura porque no la dominaba y prefería la huerta, pero él
tampoco la quería. Y aunque yo podía imponer mi condición de jefe de la agencia
y asignarle la viticultura al final decidí quedármela yo a contra gusto…
-
No me diga.
-
Sí,
y cuando me metí en este mundo descubrí que era maravilloso. Ahí empecé a
formarme, investigar, escribir hojas divulgadoras, impartir cursos, no solo por
parroquias sino hasta por barrios, y descubrí que a la gente de aquí, que era
muy difícil de reunir, cuando le hablabas de uva y de vino acudía en gran
número, tal era el interés. Luego vinieron algunos libros que publiqué… fue
todo muy gratificante.
-
Meaño y Cambados le brindaban hace
unos días sendos homenajes en su Encontro co Viño de Autor y su Festa do
Albariño. ¿Qué suponen para usted estos reconocimientos?
-
Me
encuentro por una parte sorprendido y por otra, lógicamente, encantado con
ellos. Sorprendido porque hace ya trece años que dejé trabajar al jubilarme y,
cuando ha pasado todo ese tiempo y aún se acuerden de uno, la verdad es que se
agradece. Pero lo que más me gratifica es el cariño de la gente, que los
agricultores, que fueron los quienes movieron todo para estos homenajes, aún se
acuerdan de mí y de mi trabajo con ellos, y no sólo aquí sino también en
Becerreá cuando tengo ido por allá, es algo que me reconforta mucho.
-
¿Cómo eran aquellos primeros
albariños que usted conoció en los años 70 cuando llegó aquí?
-
Cuando
llegué aquí había dos vinos blancos: el catalán y el albariño, Y, por lo
general, era mejor el catalán, el albariño era muchas veces un vino turbio, con
excesiva acidez… sólo muy de cuando en cuando aparecía uno bueno. Y esos buenos
fueron los que luego se tomaron como referencia, se empezaron a investigar y
analizar para basar sobre ellos los parámetros que debía tener un buen
albariño: su grado de acidez, de azúcar, de alcohol…
Uva albariño madura en el momento previo a la recolección |
- ¿Cuál diría usted que es la
característica fundamental que identifica un buen albariño?
-
Lo
fundamental es el aroma. Recuerdo que un año fui catador en la fiesta del
albariño de Cambados y de aquella se hacían dos catas: una “cata prima”, a la
que concurrían en aquella edición 84 vinos, y en la que había que seleccionar
los 12 caldos para la otra, que era la “cata final”. Aquel año sólo disponíamos
de un día para hacer esa “cata prima” porque había allí catadores catalanes,
asturianos, estaba una enóloga muy famosa que era Isabel Mijares… y no podían
quedarse más tiempo. Y lo que hicimos entonces fue elegir los doce finalistas
exclusivamente por el aroma, figúrate pues si es importante.
-
En su investigación supongo que
también experimentó elaborando vino ¿o no?
-
Sí,
recuerdo que a inicios de los 80, que fue cuando empecé todo esto, organizaba
un concurso en Nantes: en una categoría se premiaba el racimo más grande de
albariño y en otra el que mayor graduación. Un año trajeron tantos que recuerdo
que decidí no tirar la uva que quedaba allí y se me ocurrió hacer por primera
vez un poco de vino albariño… y reconozco que me salió bastante bien (risas). A
partir de ahí seguí experimentando y en una pequeña finca en la huerta de casa
planté algo de tinto, de catalán y albariño para probar y disponer para consumo
propio. Después compré una finca en Nantes, ésta ya pensando más en obtener un
rendimiento, y que luego incrementé hasta los 6.500 m2. Es una parcela que está
en la cooperativa Martín Códax. Antes la trabajábamos en la familia pero que
hoy se encarga ya Martín Códax, nosotros sólo vendimiamos y llevamos la uva.
-
A usted le cabe además el honor de
haber sido la primera persona que publicó un libro técnico sobre el albariño.
-
Sí,
fue en 1984 y se titulaba “El albariño, producción y elaboración”. Luego
vinieron dos más, e incluso tengo escrita una última edición más completa y
actualizada que mi mujer quiere que publique, pero que yo ya no, porque a estas
alturas, cuando ya se ha escrito tanto, carece de sentido. Escribí aquellos
libros porque me lo pidieron, yo no cobré un duro, los publicó la Xunta y
Caixanova, y se distribuyeron de forma gratuita, por eso tal vez tuvieron tanta
difusión entre la gente, pero supongo que ayudaron a la formación de muchos.
Por cierto, el otro día me encontré en internet una persona que tenía un
ejemplar de estos a la venta y pedía
cuatro euros por él (risas).
-
Con sus charlas, cursos y
publicaciones usted contribuyó a modernizar el sector. ¿De qué innovaciones empezaba a hablarles de aquélla a los bodegueros?
-
Recuerdo
de forma especial la fermentación maleoláctica, una palabra que hoy todos
asimilada pero que de aquélla les resultaba extrañísima. Se trata de una
segunda fermentación para bajarle el grado de acidez al vino. Yo tenía en la
agencia un pequeño laboratorio, porque de aquella no había, y me venía la gente
con sus vinos: “mire don Julián -me decían-, verá, e que non me fai a
maleoláctica”. Yo les analizaba el vino… y, ¡8 de acidez!, así era imposible.
Entonces les recomendaba calentar la bodega porque esa fermentación se favorece
cuando el vino está a más de 18 o 20 grados, hay quien metía hasta una estufa
en ella. También les empezaba a hablar de la importancia de las instalaciones
porque para la primera fermentación, en cambio, se precisaba enfriar el vino, y
ahí les incidía en las cubas de acero, por cuanto la madera, que era lo que
empleaban, es un buen aislante y resulta difícil moldear la temperatura al vino
que hay dentro.
Con el presidente del Consello Regulador en Meaño |
- Hablando del momento actual y desde
su conocimiento técnico. El gobierno tiene ahí en marcha una ley que mete al
vino dentro de los alcoholes. ¿Qué opinión le merece?
-
Mal,
muy mal, porque el vino es un alimento, su consumo moderado está incluso hasta
recomendado por médicos y cardiólogos por los beneficios que aporta para la
salud.
-
Dentro del sector ¿estamos asistiendo
a una etapa, no de uso, sino de abuso de fitosanitarios?
-
En
Galicia, con las condiciones climáticas que tiene, es impensable concebir en un
vino ecológico, la uva no puede desarrollarse sin tratar con fitosanitarios
porque tenemos una plaga terrible que es el mildiu y que obliga a tratamientos
frecuentes. Si no lo hiciéramos a lo mejor tendríamos cosecha cada diez años.
Lo que sí hay que hacer es que llevar un control sobre esos productos, su
aplicación y respetar a rajatabla el plazo de seguridad de cada uno.
-
¿Se está plantando albariño en exceso
para lo que es el mercado?
-
Hay
que tener en cuenta que este momento no se puede plantar libremente, hay que
disponer de autorización y derechos de plantación que se pueden adquirir en
cualquier parte de España y que obligan al arranque previo de esas cepas para
plantar luego poder plantar aquí otras. El albariño es un vino de calidad como
el Rioja o el Ribera del Duero, y estos vinos están defendiéndose bastante bien
en este momento de crisis porque han descubierto nuevos mercados con la
exportación a Estados Unidos y a Europa, y ahora apuntan ya al mercado chino.
-
¿Es Meaño la cuna del albariño?
-
No
se sabe, se hablaba de que en Padriñán, Nantes, algo de Meaño tal vez… que por
ahí empezó el albariño, son teorías. Nosotros incluso hicimos un viaje a Italia
para conocer una uva que llamaban allí también albariña, pero la verdad que no
se parecía en nada a la nuestra.
-
¿No cree que Meaño, siendo un concello con importante peso agrario
y vitivinícola, situado además en el centro geográfico de una comarca como O
Salnés, mereció haberse quedado con alguna agencia u oficina agraria o ligada
al mundo del vino?
-
Sí,
recuerdo que cuando se creó la agencia de Extensión Agraria en Sanxenxo había
un sector que quería que en realidad esa agencia se montara en Meaño, porque
era un concello más agrario. Yo mismo reconozco que aquella agencia hubiera
estado mejor en Meaño, cierto que en mi caso personal prefería estar en
Sanxenxo, pero esa es otra cuestión, a nivel de agricultura hubiera estado
mejor planificada en Meaño. También la sede del consello regulador la querían
en Cambados, en Meaño… Recuerdo que en Meaño se ofrecía incluso una casona preciosa
de piedra que hay cerca del centro (en referencia al Pazo de Lis). Pero también
la querían en la zona del Rosal y al final se puso la Diputación por el medio y
Pontevedra pudo más y se la llevó.
-
Llevamos hablando todo durante toda la entrevista, y
de hecho se habla siempre, de albariño y no de Rías Baixas. ¿Por qué la
denominación de origen no adoptó ese nombre?
-
Porque
a una denominación no se le puede poner de nombre una variedad de uva. La
denominación de origen lo que indica es la zona geográfica donde esa uva de
produce. Y ya de aquella, que había una denominación específica previa, se
contemplaba la uva albariño del sur, sobre todo en la zona de O Rosal, y había
que incluirla, por eso se adoptó el nombre Rías Baixas.
-
Tengo un amigo que es voluntario en
Nicaragua y que se llevó cuatro cepas de albariño para plantar allí. ¿Qué le
digo, tendrá uva albariña en Nicaragua?
-
Sí,
puede ser. Yo mismo me llevé tres cepas para plantar delante de la casa de mi
madre en Soria porque quería hacer con ellas una pequeña parra, y te digo que
dan de maravilla. Esto significa que la uva albariña puede darse en muchas
partes, el caso más cercano que tenemos es Portugal. Ahora bien, con esa uva de
Soria, Portugal, Nicaragua llegado el caso, no se elaborará un vino Rías
Baixas, ese vino sólo se puede producir en esta zona geográfica.
Julián del Caño impartió agricultura en el colegio de Dena |
- Para finalizar no quiero dejar la
ocasión para recordar que usted impartió clases de agricultura en el colegio de
Dena durante unos años, a razón de una sesión semanal en horario lectivo que se
brindaba a alumnos de diversos cursos. Yo me cuento entre los niños que
asistían a aquellas clases donde, por ejemplo, explicaba cómo plantar y cultivar
fresas haciendo uso del plástico negro para aislar el suelo.
- Sí,
recuerdo que estaba de directora Lourdes Reboiras y llegamos a montar incluso
un invernadero. Todavía hay gente que me lo me lo dice y, la verdad, es que fue
una experiencia entrañable y muy gratificante. Luego dejé esas clases cuando
vino un director nuevo con otras ideas y que no quiso continuar aquella
experiencia. Pero sí, guardo un grato recuerdo de todo aquello.
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