sábado, 8 de abril de 2017

Aunque desapercibido para muchos automovilistas y peatones cuando lo cruzan, el puente del Chanca en Dena, sobre el que e discurre la PO 550, ha sido en tiempo pretéritos lugar relacionado con la leyenda y mitos mágicos de la Galicia profunda. Y es que bajo este puente, donde se cruzan las aguas del río Chanca con las del regato de Fondón, y en cuyas inmediaciones existe un viejo cruceiro, era un enclave elegido para bautizos profilácticos o prenatales, un ritual que todavía pervive en la mente de los vecinos de más edad de la localidad meañesa de Dena.

UN PUENTE SOBRE AGUAS MÁGICAS

Las aguas del ríoc Chanca y Fondón se cruzan bajo este puente en Ponte-Dena
El bautizo profiláctico o prenatal era una práctica ritual de Galicia en tiempo ancestrales en que los partos, a falta de hospitales, se disponían en casa, sin asistencia médica y en condiciones higiénicas que dificultaban el éxito del alumbramiento, hasta el punto de, en ocasiones, acabar con la muerte de la madre o del recién nacido. El ritual se basaba en de una creencia vinculada al mundo de lo mágico y la superstición, como una llamada a salvar la vida de niño y madre, y por ello estaba indicado sobre todo para partos que se preveían complicados, o bien para madres que habían sufrido abortos o a las que sus hijos les morían a los pocos años de vida.
Dos eran las condiciones que debía cumplir el punto elegido: por una parte que, a modo de encrucijada, se juntaran en él agua de dos ríos; y, por otra, que contara con un cruceiro, a modo de elemento cristiano que contribuía a santificar el lugar. Ambos requisitos los reunía el puente de A Chanca, a la altura de Ponte-Dena, bajo en que confluyen las aguas del río Chanca, que baja de Armenteira, Simes y Lores, y las del regato de Fondón, arteria que, bajando de Xil, desemboca en este punto, justo bajo el puente. En la zona se eleva además un viejo cruceiro -enclavado en una parcela sobre la que hoy existe un restaurante-, en cuya de cruz se representa en el anverso una crucifixión, y en su reverso una  Virgen sobre peana, vestida con manto y coronada con un aura de divinidad, la cual porta en brazos el Niño que sostiene una pequeña bola del mundo. Un cruceiro cuya única razón de ser, no es en este caso un cruce de caminos, sino precisamente el encuentro del agua de dos ríos.

Vista superios del puente de A Chanca
El ritual mágico
Cuenta la leyenda, y así la refieren los vecinos, que el bautizo debía celebrarse, en los días previos al parto, justo en la medianoche. Momentos antes descendían hasta debajo del puente de A Chanca la pareja, con algún familiar cercano. A partir de esa hora bruja esperaban a que una persona se dispusiera a pasar sobre el puente. El primero en hacerlo era invitado a bajar hasta pie del agua (“home/muller de boa ventura, bautízame esta criatura!”) y a ejercer de padrino en el ritual del bautizo prenatal. Si la accedía se la instaba a no cruzar y regresar sobre sus pasos, mientras se esperaba a que pasara el siguiente para proceder de igual forma. “Pero si la persona hacía caso omiso y cruzaba el puente, el ritual ya no era válido esa noche, y debía aplazarse para volver en otra ocasión”.
Si el viandante aceptaba, bajaba a junto la familia y, con una concha de vieira que le facilitaban, debía tomar agua en el punto exacto del cruce entre ambos ríos, y verterla sobre el vientre de la embarazada al tiempo que refería: “eu bautízote no nome do Pai, do Fillo e do Espíritu Santo, se eres home Alberto -o el nombre que en su caso hubieran elegido los progenitores-; se eres muller, Alberta”, con atención a no acabar ninguno de los presentes con la palabra “amén”, de lo contrario se rompería el poder mágico del ritual. Todo ello en el más absoluto silencio, a la par que una persona vigilaba sobre puente porque, durante ese instante, “no podía pasar persona o animal alguno, de lo contrario invalidaría el bautizo”.


El viejo cruceiro que santtificaba en lugar
Acto seguido, se dejaba paso libre sobre el puente, mientras que abajo familia y padrinos compartían una cena. A su término era obligado, entre todos los comensales, tirar las sobras al río -haciéndolo de espaldas por encima de hombro, en pro de la buena fortuna-, y a continuación romper los platos y toda la loza en que fuera servida la cena. De hecho, un vecino de la zona, con una propiedad aledaña al puente, refiere como, cuando en los años 80 realizó obras en su finca, “justo a pie de río nos encontramos al cavar con numerosos pucheros y loza rota, sin duda restos de esos rituales ligados a los bautizos prenatales”.
Los ancianos de Dena refieren como este punto del puente de A Chanca era lugar al que acudían “no sólo vecinos del municipio de Meaño, sino también, de manera secreta, gente de toda la comarca, desde O Grove a Vilagarcía, y alguna muy instruida y de alta alcurnia”, en la creencia de que el ritual mágico de aquel bautizo protegería a madre de hijo del cualquier mal a la hora del parto. “Y no sólo el bautismo -refiere una vecina de Dena- sino que hasta aquí llegaban mujeres, de todas partes, con dificultad para concebir, para realizar a pie del cruce de ríos rituales mágicos”. “Recuerdo -continúa-, como siendo unos críos, encontrarnos bajo el puente muchas mañanas, camino de la escuela, loza rota y restos de velas en la orilla, justo al lado del cruce de ambos ríos”.

Testimonios
Otra imagen del río que discurre bajo el puente
Una septuagenaria de una localidad meañesa, hoy anciana y cuyo nombre omitimos a petición propia, nos reconocía como su madre realizara este ritual mágico bajo el puente de A Chanca antes de alumbrarla a ella. Era a inicios de los años 40, “cando os tempos da fame”, en plena posguerra. “A mi madre -nos refiere- ya le habían muerto dos niños antes, al poco de nacer, y fue una anciana de Dena quien la convenció para realizar el ritual del bautizo bajo el puente de A Chanca, para que el niño, que era yo, le brincara en el vientre, en señal de vida”. “Mi madre -continúa su relato- me explicó cómo fueron allí a medianoche y, mientras estaban bajo el puente, un familiar se apostó arriba, en la carretera, con una vara en la mano para espantar a todo animal que se aprestara a cruzarlo, porque no podía cruzarlo ni un lagarto, de lo contrario el ritual no era válido”. “Allí -añade- esperó a que pasara la primera persona, que fue un joven de Dena que entonces tenía 18 años, y que aún falleció hace poco, y que llegaba al puente pedaleando en su bicicleta entretenido mientras silbaba”. “El familiar -prosigue-, lo detuvo sobre el puente y le explicó con qué fin le necesitaban abajo. Por esos años, aquella era una carretera estrecha y una zona oscura y sin luz. El joven, al principio, no quiso prestarse porque decía tener miedo. Pero a fuerza de rogarle y cuando vio abajo a la anciana de Dena, que él conocía, se confió y bajó. Allí realizaron el bautizo, cenaron y al acabar rompieron la loza como mandaba el ritual”.


Imagen del anverso del cruceiro de A Chanca en Dena
El parto posterior resultó, y madre e hija vivieron. La tradición mandaba además, que los padrinos que habían realizado el bautizo prenatal, debían ser luego los que oficiaran como tales en el eclesiástico. En el caso de este testimonio, la vecina explica que no fue así “porque mis padres eligieron para el bautismo en la iglesia a miembros de la familia”. “Quizá fue por ello -agrega-, o porque mi madre no repitió el ritual, que un hijo que tuvo más tarde volvió a morirle a los pocos años de nacer”. “Fue así -concluye- que los cuatro, yo fue la única que vivió para contarlo. Hoy cuesta creer en esas cosas, tal vez fue casualidad, pero vaya usted a saber, dicen que habelas hailas”.
Uno de los vecinos de Dena más longevos, José Cacabelos, confirma, a sus 92 años, lo que es “vox populi” entre los mayores de la localidad: “muchos sábados se realizaba esos bautizos bajo el puente”. “Yo -añade- solía pasar sobre él de regreso a esas horas, porque tenía novia del otro lado y, la verdad, estaba deseando que alguien me escogiera de padrino, porque -comenta con sorna- era una manera de comerse una buena cena a costa de otros”. Un ritual éste que aparece referido también en algunos otros puntos de la comarca, caso del conocido “Ponte dos Padriños” entre Cambados y Ribadumia.
                       
Nuevos ritos
Aquel ritual fue desapareciendo a medida que la ciencia y los hospitales ganaban terreno y el alumbramiento se afrontaba en ellos con mayores garantías de éxito. Aún así algunos vecinos recuerdan como “aún hace cosa de 20 o 30 años llegaba gente a este punto, a propósito justo a medianoche, algunas personas, mismo en taxi, para acercarse a la barandilla y tirar algo en el punto de confluencia entre los dos ríos”.
El último ritual en aparecer, este con tintes ya más festivos, lo hizo este pasado mes de febrero con motivo de la celebración de San Valentín en que algunas parejas, aprovecharon la noche para colocar en la barandilla del puente un tradicional “candado del amor”, cerrarlo y lanzar las llaves al río como muestra de amor por vida, una tradición ésta muy habitual en puentes en las últimas décadas. Cierto que algún vecino, rememorando los viejos rituales, apunta: “no todos los puentes son lugares de cruce entre dos ríos, estos tiene tienen un carácter simbólico y mágico, quien sabe si también para los candados del amor que ahora se cuelgan”.


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