sábado, 7 de abril de 2018

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Benito Orge Soler
Profesor durante 30 años en Dena

El CEIP de Coirón -otrora Colegio Nacional- cumple en este 2018 sus bodas de oro. Son cincuenta años de vida formando a generaciones de meañeses desde que en el curso 1968-69 abriera por primera vez sus aulas para albergar a alumnos de las siete localidades del municipio, y que empezaban entonces a ser escolarizados. Fue el único centro escolar del municipio hasta que la saturación obligó a construir un segundo en 1982, este en Meaño (CEIP As Covas), que permitió desdoblar a los escolares en esos dos centros. Natural de Lores (Meaño) Benito Orge ejerció durante tres décadas como profesor en el centro, siendo además su director durante once años (1982-84 y 1986-95). A sus 73 años hace hoy balance de sus recuerdos sobre la época.

“EL COLEGIO DE COIRÓN PROTAGONIZÓ UNA DE LA HUELGA MUY DURA CONTRA EL CONCELLO”

Benito Orge en su casa de Xil. Foto Iñaqui Abella
¿Cómo era aquel Colegio Nacional de Coirón, que así era el nombre, y que usted conoce a inicios de los años 70?
Bueno, en su origen, y estando en el franquismo el nombre oficial era Colegio Nacional José Antonio Primo de Rivera, ahí es nada. Las obras se iniciaran en 1966 y el colegio abrió sus puertas en el curso 1968-69. Contaba con un total de 16 aulas, divididas en dos pabellones y un bloque central con salón de actos, sala de profesores… y comedor, algo inusual entonces. Un comedor que al principio era gratuito y, más tarde, semi-gratuito, con una tasa simbólica que los padres pagaban al mes. El diseño del colegio estaba cortado por el mismo patrón que otros de la zona: Castrelo, Magariños… Las clases estaban separadas por sexos, aulas de niñas y aulas de niños. Así era la educación en la España de entonces.
¿Se disputaron la ubicación de aquel primer colegio Dena y Meaño?
Sí, había dos posiciones socialmente encontradas: los que defendían que debía construirse en Meaño, que era cabecera del municipio; y los que abogaban por Dena, la localidad más grande. Los primeros además criticaban que los terrenos que se iban a comprar en Dena para albergar el centro no eran adecuadas, porque eran un barrizal. Pero al final creo que pesó lo suyo la opinión de gentes próximas al régimen, como José Lis o Lourdes Reboiras, y el colegio se construyó en Dena.

Otra imagen de Benito Orge en la actualidad. Foto: I.Abella
Supongo que, sin problemas con la natalidad, aquel colegio contaba con más niños que hoy.
Al principio no. A finales de los años 60 estaba todavía vigente la ley Moyano, que hablaba de una teórica obligatoriedad de la escuela, pero que en la práctica no se cumplía, ni las autoridades velaban para ello. Muchos niños no estaban escolarizados, y otros iban al colegio cuando podían, si les dejaban los padres en casa, porque lo primero era ayudar a la familia a trabajar en el campo o con el ganado. Luego con la ley Villar Palasí, en 1970, los centros escolares se empezaron a llenar. Cuando yo llegué, el colegio de Dena tenía unos 400-450 alumnos, pero luego a inicios de los 80, cuando fuí director, el colegio llegó a tener ¡900 alumnos!
Eso era ya hacinamiento, ¿no?
Totalmente. En aquellos años hubo que recurrir a improvisar aulas en todos sitios: se dividió en salón de actos para ganar dos, se hicieron tres más en un pabellón de deportes en condiciones ínfimas… Por eso una de mis prioridades en mi primera etapa como director fue la de tratar que se consiguiera la construcción de un segundo colegio, y ese fue el de As Covas-Meaño, que se inauguró en junio de 1982, y que supuso la solución definitiva a esa aglomeración que veníamos padeciendo.
En aquellos años 70, con los últimos coletazos del franquismo y la llegada de la transición ¿se percibía también las dos Españas entre las generaciones diferentes de profesorado?
Sí, claro. Había una generación de profesores ya entrada en años, que se criara en plena guerra y posguerra, y que era más afín al régimen, y otros más jóvenes que llegábamos con ideas más progresistas. Pero a inicios de los 70, aún en el franquismo, quien más y quien menos nos medíamos mucho en nuestras opiniones, excepto algún compañero que, recuerdo, se atrevía y se enfrentaba abiertamente. Luego con la llegada de la democracia se produjo una apertura muy grande, apertura que la misma ley impulsaba. Pero, en general, entre todo el profesorado del colegio primaba más las preocupaciones escolares que las políticas.

Benito Orge en 1983 en su primera etapa de director
Foto: archivo familiar
¿Cómo se vivió entre el profesorado del centro el 23-F?
Con muchísima preocupación, porque había gente que ya venía diciendo que “esto puedo girar”, en relación a una posible marcha atrás en el sistema político. En la noche del 23-F pensábamos que la democracia se iba al traste, tanto que recuerdo que el entonces director  del colegio, Antonio Espinosa, huyó aquella noche para A Coruña, dado que él era también delegado de la UGT y temía por su integridad si el golpe triunfara. Un Espinosa que luego, cuando el PSOE ganó las elecciones, se lo llevaron para Madrid como Director General de Personal.
¿Y con la llegada de la autonomía?
Eso sí fue conflictivo. Con la aprobación del estatuto, la obligatoriedad de impartir el gallego, y que esa lengua se hablara en centro, eso sí dividió mucho a la gente, porque había profesores partidarios de que el gallego se extendiera incluso al ámbito administrativo del colegio, pero otros estaban muy en contra. Yo mismo fui de los primeros en el centro que empezó a redactar documentos de la dirección en lengua gallega dirigidos padres y organismos.
¿Se podría decir que el de Coirón fue un centro tranquilo a lo largo de estos 50 años?
Por lo general sí, excepto en los años 1989-90 en que se convirtió en uno de los más conflictivos de la zona. Fue debido a una serie de carencias que acusaba el colegio por desatención del concello: apenas se dedicaba tiempo a la limpieza, faltaba agua en ocasiones, el alumnado estaba hacinado... Fue en esas circunstancias que la conflictividad escolar se trasladó al ámbito social, y las familias protagonizaron una huelga de quince días sin llevar a sus hijos a clase, huelga que contaba con la aquiescencia del profesorado que compartía esas reivindicaciones. Las familias se dividieron mucho: unos estaban con la comunidad escolar y otras, según el color político, con el alcalde, que entonces era Germán Rodiño, y que no se había implicado nunca con el colegio. Pero esa huelga, que fue muy dura y con un enfrentamiento directo, al final dio sus frutos: en la noche de un 14 de febrero se firmó el acuerdo entre el delegado de educación, el inspector y el alcalde, por el cual el concello se comprometía en lo sucesivo a solucionar aquellos problemas.

31 de enero de 1992. Sentado en el centro, con el claustro del IES de Meaño en  el primer años en que compartieron
 colegio con el CEIP de Coirón. Foto: archivo familiar
¿Y la pervivencia de las casas de maestros que siempre han sido tan polémicas en los últimos años?
Las casas cumplieron su función cuando los salarios de los profesores eran muy bajos. Yo mismo viví en una de ellas durante unos años. Contribuían además a crear un clima de camaradería y vecindad entre los profesores que era muy bueno para la dinámica de grupo. Cierto que entiendo que hoy no tienen apenas función, y desde aquella nunca se les supo buscar una utilidad.
A lo largo de su dilatada experiencia como docente y director ¿Qué opinión le merecen las continuas leyes de educación que se han venido y se siguen todavía sucediendo?
Eso ha sido, y es, uno de los grandes problemas de la educación en España: leyes que se pisan unas a otras, en función del color político, casi una cada cinco años, sin dar tiempo, siquiera a que se desarrolle la anterior. Y leyes que además surgen de políticos, sin tener en cuenta a los docentes, que son los que más saben de la realidad educativa. Y ese alejamiento del aula es precisamente lo que explica que la mayoría de esas leyes fracasen.

Curso 1988-89, de pie a la derecha, con el claustro de profesores del colegio de Dena
en Casa Portuguesa. Foto: archivo familiar
Si tuviera que quedarse con una de esas leyes educativas que usted vivió como docente ¿cuál elegiría?
La Ley General de Educación, también llamada Ley Villar Palasí, fue importante por su duración y la aplicación real de la obligatoriedad de la enseñanza, pero para mí una ley muy importante, aunque denostada por muchos, fue la LOGSE en 1990, la cual establecía la ampliación de la educación obligatoria hasta los 16 años, cubriendo así un vacío legal importante que existía: con la ley anterior un niño acababa la escolaridad con 14 años, pero si no quería seguir estudiando y pretendía trabajar, la ley le impedía acceder al mercado laboral hasta los 16, con lo cual se quedaba dos años en blanco. Además la LOGSE bajó la ratio de 40 a 25 alumnos por aula, lo que aportó calidad a la enseñanza.
En su labor de docente de Ciencias Sociales usted dio a conocer con sus alumnos los petroglifos de A Sobreira y probó la existencia de un castro en San Cibrán. ¿Siente que Meaño se pierde una ocasión en no poner en valor su patrimonio ignorando estos yacimientos?
Totalmente. Los yacimientos y, por extensión, la Historia, son un atractivo para generar cultura y riqueza. Tengo compañeros que recuerdan como A Garda, hace 40 años, era apenas un pequeño pueblo de pescadores, no más. Pero desde que se descubrió y se puso en valor el yacimiento del castro de Santa Tegra la cantidad de turismo que esto atrajo fue enorme y A Garda, en la década siguiente, creció de forma  impresionante. Y buena parte de ese crecimiento se debió al castro de Santa Tegra, que puso A Garda en el mapa. En Meaño también tenemos esa riqueza, pero no la ponemos en valor, y así tampoco generamos riqueza, una lástima.


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