sábado, 10 de abril de 2021

*** Opinión

RIÑA DE GATOS

 
El discurso político en la España de hoy decepciona y exaspera por igual. En el último cuarto de siglo XX, que se vivió con sed de democracia, los políticos hicieron gala en Cortes de un talante digno y, aún en el fragor del debate, esa generación guardó la compostura enseñándonos la importancia de ser hombres -y mujeres- de Estado. A medida que avanza este siglo XXI, el deplorable discurso de la nueva generación de líderes políticos, está llegando a formas que contribuyen a crispar a una sociedad, que ya lo está por sí en el momento que toca vivir. Unos dirigentes cuya miopía les impide ver más allá del ombligo de su partido -o del suyo propio-. Frente a ellos, al que discrepa se le transforma en adversario (en este Meaño de hoy, también).
La campaña de las elecciones autonómicas de Madrid han tocado el esperpento. Ni unos son rojos (a los que la  derecha tilda de comunistas) ni los otros fascistas (como reprocha la izquierda a una derecha democrática). A las palabras, el valor justo. Esa riña de gatos alimenta monstruos.

Cabría que los líderes políticos -y por extensión, el ciudadano- sacaran lección de nuestra historia reciente y ese pasado cainita. El final de la II República ha sido el ejemplo. En él las extremas derecha e izquierda fueron cebando a monstruos, que dejaron el país abocado a una guerra fratricida. Fue -en menor o mayor grado- un fracaso de todos. No repitamos errores.
El ciudadano, como tal, porta en su mano una responsabilidad que no cabe evadir. Yerra el que decide su voto desde el cabreo, porque éste, aunque humano como en la vida, nunca engendra buena hora. En política, los extremos se retroalimentan, crecerá la extrema izquierda en la medida que lo haga la derecha, y viceversa. De ello se complacen sus líderes, viendo medrar su protagonismo narcisista en una vorágine adictiva, que luego llega en correa transmisión a la algarada callejera, primero espontánea, después organizada. Ese camino, del que algunos atisban pasos, ya lo anduvimos hace casi un siglo. De hacerlo, sería tropezar dos veces en la misma piedra. Un poco de temple, por favor. En política, como en la vida, ya lo advertía Aristóteles: entre un extremo y otro, en el medio está la virtud.


 El título lo tomamos prestado de la novela de Eduardo Mendoza, “Riña de gatos”, 
ambientada en el Madrid de 1936, en vísperas del golpe. (Lectura recomendable)


 


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